Subir a escena con una deficiencia visual grave supone enfrentarse a un doble vértigo: el del público y el de dominar las dimensiones del escenario. Máxime, cuando se trata de un enclave patrimonial como es el de la señorial Plaza de la Corredera, en Alcántara, con la Casa-Palacio de los Roco-Campofrío, del siglo XVI, como telón de fondo.

El Festival de Teatro Clásico de Alcántara (que alcanza su XXXV edición) ha incluido en su programación a la compañía madrileña La Luciérnaga, compuesta por intérpretes ciegos y con discapacidad visual grave, que presentarán su nuevo montaje teatral: “Diablos, brujas y granujas”, bajo la dirección de Agustín Sasián.

La obra entremezcla las adaptaciones de “El diablo Cojuelo”, de Luis Vélez de Guevara; “Los sueños”, de Francisco de Quevedo; y “Rinconete y cortadillo”, de Miguel de Cervantes.

En la obra salen a escena una decena de artistas, la mayoría (nueve) ciegos y con discapacidad visual, que encarnan hasta 20 personajes diferentes.

El espectáculo se escenificará la madrugada del 7 de agosto, en virtud de un convenio rubricado entre la ONCE y el festival alcantarino, para convertir la cita teatral (que lleva dos años sin celebrarse) en “un evento inclusivo y acercar la cultura a todos los ciudadanos, particularmente a las personas ciegas o con discapacidad visual grave”, en palabras del director del festival, Francisco Palomino, que destaca la oportunidad que supone para el público “poder disfrutar de actores y actrices ciegos y romper barreras y prejuicios”.

Desde la ONCE dan impulso a 25 compañías de teatro de España formadas por intérpretes con discapacidad visual. Junto a este acuerdo, la organización también mantiene un convenio a favor de la integración y de la accesibilidad con el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro.

Además, acaba de renovar su convenio con el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, iniciado en 2019.