María Dolores Fernández (La Solana, Ciudad Real, 1957) se acaba de jubilar tras 37 años al frente en la farmacia de Cuacos de Yuste. Una profesión que no cambiaría por nada. Desde bien pequeña empezó a colaborar en la botica de su tío Miguel, en su pueblo natal. «Gracias a él sentí auténtica motivación y entusiasmo por el oficio de farmacéutica», recuerda Fernández. Ya entonces, afirma, empezó a encariñarse con una ocupación que no tardaría en formar parte de su vida. 

Estudió la carrera en la Universidad Complutense de Madrid. Recién licenciada, se apuntó a una revista para buscar trabajo. Llegó al municipio de Madrigal de la Vera por casualidades del destino y en él permaneció tres años de farmacéutica adjunta hasta que finalmente adquirió el establecimiento, en la localidad a la que dio fama el emperador Carlos V. Detrás del mostrador ha asesorado a cientos de cuacareños. «Las farmacias han sido el paño de lágrimas sanitario de las zonas rurales. Antes cuando tenías un problema ibas a la farmacia, a buscar soluciones. Ahora ya te vienen con internet por delante y tienes que destruir ideas preconcebidas. Los clientes venían con toda la confianza, no solo con problemas de enfermedad, sino de cualquier tipo. Es clave la parte psicológica», señala.

Siempre con una sonrisa dispuesta a ayudar al paciente y a sus vecinos. Después de tantos años detrás del mostrador, ¿no lo va a echar de menos? «Echaré de menos algunas cosas, porque en la botica he pasado muchas horas, más que en mi casa. Además, no pienso irme de Cuacos más que a hacer algún viajecito. Seguiré aquí y la gente sabe que puede contar conmigo para lo que haga falta, solo tienen que llamarme», responde.

«Me llevo inmensos e imborrables recuerdos. Es ley de vida, pero me marcho muy feliz», asegura

«A pesar de ese doble y encontrado sentimiento; ley de vida, me voy muy feliz. Esta es una actividad de inmensa cercanía con quien se sitúa al otro lado del mostrador, que es mucho más que un cliente. Una atención que genera un gran flujo emocional, afectos y empatía. Me llevo inmensos e imborrables recuerdos. Quiero agradecer de corazón la labor de todo el personal que ha pasado por la farmacia y su trabajo en equipo», subraya.

El homenaje del pasado 3 de febrero le hizo «gran ilusión». Estuvo acompañado por amigos, familiares y compañeros. Alrededor de 100 personas le dieron un fuerte aplauso y le entregaron un ramo de flores, «se me saltaron las lágrimas», concluye.