El Periódico Extremadura

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«Todo lo que elaboramos y vendemos se realiza sin utilizar preparados», asegura

El mejor pan, en Serradilla

Octavio Gómez lleva La Tahona D’Arriba, un negocio que abrió su padre, Gonzalo, en el año 1971 y que continúa junto a sus hermanos Alfredo y Eduardo. Son una institución

Octavio Gómez posa con los panes.

Las maravillosas historias de Asterix y Obélix hablan de unos irreductibles galos. Tal y como pasa en estas aventuras, en el bello municipio cacereño de Serradilla, parte de su término municipal se halla incluido en el Parque Nacional de Monfragüe, aún queda una familia de irreductibles panaderos. Si hablamos de un horno de pan datado en más de 50 años y un sistema de elaboración que no ha cambiado absolutamente ni un ápice la fórmula de antaño, podríamos estar hablando del museo de este rico manjar.

Pero no es así, de museo nada de nada. La Tahona d’Arriba es un negocio en el que se sigue produciendo más de 32 variedades de pan a diario y dulces como los de toda la vida, realizados con el fuego que abrasa la madera de encina «con una técnica de confeccionar totalmente artesanal», explica con gran amabilidad a El Periódico Extremadura Octavio Gómez, propietario de este comercio que abrió su padre (Gonzalo) en el año 1971 y que él junto a sus hermanos (Alfredo y Eduardo) continuaron. 

Sabrosas magdalenas esponjosas. ALBERTO MANZANO

Las instalaciones son mucho más modernas, como es lógico, y su diseño corresponde a un concepto rústico con encanto. Y, además, hay un detalle relevante: el horno y la sala donde se amasa y se hacen las piezas son visibles en cuerpo y alma por la clientela.

¿Cuál es la seña de identidad de los productos de su establecimiento? «Somos cuatro trabajadores. Nosotros apostamos siempre por un producto artesano. Todo lo que elaboramos y comercializamos se realiza sin utilizar ningún tipo de preparado. Todo se lleva a cabo con mimo y eso es lo que más valoran las personas. Llegamos a vender cada día más de 400 panes», responde Gómez.

Está claro que estos profesionales no tienen nada que esconder, sino todo lo contrario: están orgullosos de enseñar cómo elaboran la masa, cómo reposa varias horas y cómo moldean artesanalmente su materia prima. Así, se consigue que cada pieza sea única porque ninguna es igual dado su proceso a mano. Esta forma de trabajar el pan candeal y los dulces (tartas, galletas, pasteles, bizcochos, palmeras de chocolates, magdalenas, pringadas, roscas...) también la nota el paladar, pues el género queda más crujiente y huele y sabe muchísimo mejor. Una institución en Serradilla que merece toda la harina del mundo

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