Es uno de esos establecimientos que rezuman autenticidad. La tienda de Helena es un comercio de pueblo (Casas de Millán), sin réplicas, que ha sabido conservar la esencia que le imprimió Bernardita, aunque el negocio era de la farmacéutica Iluminada Jiménez. «Fueron buenas amigas y al jubilarse se acordaron de mí para trabajar en el establecimiento donde estuve nueve meses. Con el paso del tiempo abrí el ultramarinos en la carnicería de mis padres. Ellas ya no están, pero todavía hay muchos clientes que las recuerdan y además tienen una placa que reconoce su valía como mujeres emprendedoras», explica con añoranza a El Periódico Extremadura la propietaria del local, Helena González.

 Siguiendo los consejos de Bernardita, Iluminada, sus padres, y la experiencia que dan cuatro décadas tras el mostrador, la convierten en una excelente vendedora que sigue apelando al trato directo con el cliente. «Droguería, perfumería, juguetería, libros de texto y papelería, ropa, lencería, relojes… Solo me faltó vender alimentación para cubrir prácticamente todas las necesidades que en un pueblo como Casas de Millán pudieron surgir a lo largo de tantos años», manifiesta la dueña, siempre atenta y educada.

«Aquí recibía yo a numerosos representantes de diferentes marcas que desplegaban sus catálogos sobre el mostrador. En temporada llegaba un camión entero cargado de colonias. La ropa la traían de Plasencia (pantalones, blusas, jerséis, vestidos, chaquetas, calcetines, calzoncillos, bragas, sujetadores y complementos). Se vendía muchísimo», dice la responsable.

«Solo me faltó vender alimentación para cubrir prácticamente todas las necesidades»

Desde entonces fue adaptándose. Las necesidades cambiaron, como también sus productos y, lógicamente, sus competidores. De ser un establecimiento de referencia para todo un municipio pasó a tener que luchar contra unos enemigos invisibles, pero omnipresente: las grandes superficies y Amazon. 

No obstante, Helena está agradecida a esa «clientela fija» que le ha acompañado incluso a través de varias generaciones. «Este tipo de negocios están desapareciendo, son comercios de pueblo, de los de antes, y con el duro golpe de la pandemia del coronavirus, peor todavía», lamenta.

La responsable tiene 63 años y sabe que las cosas ahora mismo son muy distintas de aquella época dorada que relata y que guarda en su memoria. Un ejemplo de trabajo y de lucha en femenino