Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

La matanza

Aldeacentenera: una foto para la eternidad

El municipio cacereño rinde homenaje a sus raíces con un mural pintado por el artista extremeño Jonatan Carranza Sojo en el que aparecen sus vecinos embutiendo la tradicional charanga aldeana

Ángel García Collado

Ángel García Collado

Aldeacentenera

‘Eres charanga aldeana, mira qué rica estarás. Me duras solo un poquino colgada de la enramá. Olé, olé, olé y olé, mira qué rica estarás’. Las letras de esta copla popular de Aldeacentenera cobran ahora más sentido que nunca tras el mural que ha pintado el artista extremeño Jonatan Carranza Sojo en la esquina de la calle Pizarro con Audiencia (frente al antiguo centro social) en el que aparecen los vecinos del municipio embutiendo el tradicional producto.

La charanga aldeana se hace con la sangre, la gordura y asaduras del cerdo, patata cocida, pimiento seco, cebolla, ajo y está condimentada con sal, pimentón y clavo. Como en toda receta tradicional, cada familia tenía sus preferencias en los ingredientes y aliños.

El embutido, a pesar de que en otros pueblos también se hace con distintos productos, es patrimonio único de Aldeacentenera: «Merece su reconocimiento y el fomento de su elaboración», reza la placa que han emplazado en las inmediaciones del mural.

Cuando Aldeacentenera celebra su matanza popular (el pasado 1 de febrero), siempre preparan charangas para guardar y consumir a lo largo del año.

San Bartolomé

¿El motivo? El día del patrón, San Bartolomé (24 de agosto), hacen la tradicional fiesta del ‘aldeano mediohuevo’, cuando reparten dos huevos fritos y un trozo de la charanga elaborada de forma artesanal a cada asistente. También entregan un trozo de jamón, que se cura en un matadero.

La matanza es una de las citas más esperadas del pueblo «porque cada vez se celebran menos», cuenta el alcalde, Francisco Muñoz. Ahora se ha convertido en algo didáctico, para que los niños lo vean y lo aprendan y los mayores lo disfruten recordando tiempos pasados. «Lo importante es que, siempre, nos lo comemos entre todos», sentencia Muñoz.

Y es que, cuando un pueblo lucha por sus tradiciones y orígenes, es complicado que se pierdan. Antiguamente, eran cientos los cerdos que se sacrificaban cada año en los municipios para consumo propio, pero los tiempos han cambiado y ya no se celebra tan a menudo.

Era un día de arrimar el hombro entre todos para tener una buena cosecha de carne. 

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents