Un alud de anuncios sobre fragancias y perfumes nos invaden estos días cercanos ya a la Navidad. Bueno, son fechas propicias para agudizar el ingenio, y así estimular y ‘aromatizar’ el consumismo; tan esquivo últimamente. ¡Qué bien saben (los que de esto viven) engatusar al receptor del espacio publicitario! Se nos vende un perfume (a priori inodoro); que impregnado en la sensualidad de un cuerpo delirante, envasado en un frasco rococó y acompañado de una música enajenante, parece como que, nos quisiera precipitar, en treinta segundos, un orgasmo de los sentidos. No está el horno para bollos; en cuanto se refiere a la orgía económica que hay que organizar, como para comprar uno solo de estos perfumes idílicos.