Es un estigma enquistado en la sociedad, que subyace de la prepotente actitud del hombre hacia la mujer. La infravaloración (que durante miles de años) ha encasillado a las mujeres (por su inventada condición de ‘sexo débil’), ha generado esa soberbia machista, que es capaz de convertir un noble sentimiento, en su mayor y abominable enemigo.

El hombre, en su incontenible despecho de macho alfa, pierde, por unos instantes, sus facultades mentales, llegando a negarse a sí mismo por una inculta posición psicológica. Ya solo le queda, acabar con la vida de su inocente pareja, ‘responsable’ de un desfasado sometimiento que incide en su educación; y que, (si no se remedia) llevarán en los genes las generaciones venideras.

Potencien la educación de base en estas cuestiones, y no mermen la cultura de un país con recortes económicos en los sistemas educativos. Este cáncer de la violencia contra la mujer tiene un excelente contrincante: la educación.