¿Y si nuestra función principal en el universo se tratase (única y exclusivamente) la de emitir una simple señal? Sí. Como así se emiten las ondas desde cualquier estación terrestre de radio. La emisión individual de nuestras ondas cerebrales, irían a parar (entre átomos y moléculas) al invisible conducto principal preestablecido; y a la velocidad de la luz, buscarían la imaginaria ‘Estación Principal’, convertidos en ese código omnímodo que nos mantiene adheridos a esta ignota misión. Todas esas señales, generarían los algoritmos constructores de esas otras dimensiones, con la que sueñan nuestros científicos. El control necesario para mantener el acoplamiento de toda esta información, se tomaría desde esa plataforma espacial imaginaria; que podría abarcar la dimensión de una gran galaxia, por ejemplo. Nuestra función existencial quedaría limitada a la emisión de señales, como la red wifi que instalamos en casa. Esta sucinta historia de ficción (sin ninguna intención de perturbarles) podríamos considerarla una perspicaz manera de capear estos tiempos aburridamente monótonos, donde mirarse el ombligo es moneda común.