Tengo una persona favorita que odia hacer cola. Se pone de los nervios. «¿Ni aunque sea para darte algo? Ni para apañar pesetas». Pero el tema de la cola nos trajo verdaderamente cola, (valga la redundancia) cuando el interfecto leyó un artículo en san internet que decía que hacer cola es de pobres.

Y como a mi persona favorita le convino, se ha apropiado del lema y, cuando ha de verse obligado a hacer una cola, lo esgrime como un arma arrojadiza. Será porque él, aunque no lo sea, tiene vocación de rico. O la mijina de reminiscencia de haberse criado en una villa histórica, digo yo que será…

Pues eso, que pensando un día cosas raras de estas que se me ocurren en los ratos perdidos, llegué a la conclusión de que, por esa regla de tres, en Zahínos somos, o por lo menos hemos sido hasta hace poco, más ricos que Amancio Ortega (pese a la mala prensa que tenemos). Porque, aquí entre nosotros, en Zahínos, no se ha hecho nunca cola. Por lo menos hasta hace poco, en que, malamente, tra , trá… tragamos con ella.

Eran los años del reinado de la fuerza bruta. Y todos y todas como acémilas auto-coronadas. Había codazos para pedir en los bares. Empujones para meterse en cualquier sitio (daba igual si a pagar o a cobrar). Pisotones también para salir de cualquier lugar (daba igual si de una fiesta o de un entierro). El caso era no hacer cola.

Aún recuerdo el medio trauma que viví de niña, cuando creí quedarme huérfana tras observar a mi padre perderse a codazo limpio entre un tumulto de hombres sudorosos, (sí, solo de hombres) que se apretaban bajo el inclemente sol para comprar entradas, exhibiendo toda la fuerza y el poderío que dan los trabajos del campo, en la taquilla de la plaza de toros portátil de la feria de mayo.

Era así. O te medio asfixiabas o quedabas en la puerta.

En conclusión, por estas abolladuras que forman parte de nuestra idiosincrasia zahinera , y por otras postizas, cuando estos días atrás escuché en la radio que ciertas personas se han saltado la cola de la vacuna del corona-bicho, me salió del alma decir en voz alta mirando para el aparato: «pues una de dos: o son ricos, o son zahineros».

PD: Escribo esto sin ánimo de ofender. Soy consciente de que la situación es grave. Pero también lo soy de que la risa cura. Aquí va una tirita.