El Señor Pablo Iglesias es actualidad un día sí y otro también. Quiero hablar de una de sus virtudes: es valiente. Hoy mismo ha afirmado «las verdades duelen», cuando se refería a que España no es una democracia plena. Dice lo que piensa, y por eso todos sabemos lo que pretende. Quiere terminar con la forma del Estado Español (nuestra monarquía). Pretende influir en el poder judicial (critica lo que no le gusta de los jueces y tribunales cuando dan sentencias que no le gustan). Quiere controlara los periodistas que no piensan como él (los nombra con sus nombres y apellidos). Es adicto - como comunista que confiesa ser - al enfrentamiento; así los rifirrafes con las feministas, guardias civiles, policías, jueces, con los padres que llevan a sus hijos a la concertada o con los que no quieren que su hijo de 16 años se haga un cambio de sexo sin su consentimiento), con los que quieren invertir en cuidados paliativos antes de matar a los ancianos. Se enfrenta con algunos ministros de su gobierno cuando cuestiona internacionalmente nuestra democracia para hacernos el hazmerreír de Europa y del mundo. Estas son sus verdades. Es valiente y lo dice sin tapujos.

Lo grave de todo esto es que se hace desde la vicepresidencia del gobierno. Comprenderán ustedes por qué pienso que nuestros políticos no están a la altura de las circunstancias. España no se merece estos políticos mezquinos que no son capaces de sentarse en una mesa buscando lo que nos une. Siguen ahondando en buscar lo que separa a los españoles, mientras que España, sumida en el dolor y el sufrimiento, se desgarra.

Créanme que siento decirles: ¡Qué vergüenza!, mientras nuestro Presidente mira para otro lado. A él, seguro que le dice Iván: ¡tú a la vacuna, que es lo que nos da los votos!.