Posiblemente de forma inconsciente, las personas podemos ser realmente irracionales en aras de la aprobación social saltándonos normas tan básicas como la de respetar el terreno de protección que un niño. Nuestro ejemplo no es un caso único, podemos localizar otros actos poco afortunados y no necesariamente desarrollados en un ámbito concreto, incluso con adultos con responsabilidades en el desarrollo social y psicológico de nuestros hijos.

Dar la espalda a niños que te hablan, generar dudas en su entorno o sencillamente utilizar un disfraz para imitar a otras personas no te hace más feliz sino menos valido, no ayuda a esta sociedad, la vuelves oscura y lo que es peor no educa. Si ocurre delante de menores, perpetuamos el problema, los extendemos a otros ámbitos y olvidemos nuestra condición de padres/madres; educar a través de mensajes positivos, que comprendan que en la diferencia reside la riqueza cultural tan necesaria para conseguir una sociedad igualitaria, respetuosa y con posibilidad de crecimiento para todos.

Estas palabras son sencillas reflexiones que apagan los demonios interiores de un padre que repetidamente debe calmar a su hijo y ayudarle a entender que entre todos tenemos la posibilidad de hacer un mundo mejor con la pluralidad que es inherente a la humanidad.

*Miguel Ángel Suárez Santisteban - Cáceres