Carlo Ancelotti es uno de los mejores entrenadores del fútbol actual, pero yerra cuando dice que los árabes están desequilibrando el mercado del fútbol europeo y habría que tomar medidas al respecto.
Fueron, precisamente, los italianos primero, los españoles después y los ingleses más tarde los que destaparon la caja de Pandora con las multimillonarias cifras que han atiborrado las grandes ligas europeas hasta que ahora se han encontrado con la horma de su zapato.
Una ley del embudo es lo que parece que están pidiendo el mister italiano, clubes y numerosos aficionados que están viendo como muchas de sus estrellas y otras tantas promesas se marchan atraídos por una nueva fiebre del oro que ellos mismos desataron.
El fútbol hace tiempo que perdió ese halo romántico que debe distinguir al deporte y por eso hoy muchos niños aspiran más a peinarse como sus ídolos, lucir su tatuaje o usar su marca de calzoncillos que a imitar sus regates. Así que no debería sorprendernos que las monarquías feudales del Golfo hoy actúen de tal modo, bien por capricho o por puro blanqueo.
Dejémonos pues una vez más de ver la paja en el ojo ajeno y reflexionemos seriamente en ello.