A pesar de no ser el principal tema de atención de las reivindicaciones en torno al Día de la Mujer, el sinhogarismo también padece una importante brecha de género que invisibiliza a las mujeres. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 76,7% de las personas sin hogar son hombres frente, al 23,3% de mujeres. En este contexto, las mujeres sin hogar son vulnerables por partida doble: una por su condición de persona sin hogar y otra por su género, lo que las expone a las agresiones sexuales que sufre un 24% de ellas.

Senovia conoce bien esa realidad. La ha vivido en primera persona. Con 23 años llegó a España desde su Colombia natal para trabajar y ganar el dinero necesario que saldase una deuda familiar: “Decidí buscarme la vida”. Y la vida no se lo ha puesto fácil.

Al llegar a España, fue víctima de una red de trata de blancas, un mundo del que pudo salir, pero que, sin recursos ni apoyos, la condujo a la prostitución y adicciones para poder tener un techo: su prioridad. “Consigues algo de dinero para lo básico, como comer y pagar unas pocas noches en una pensión. He llegado a dormir en sofás de conocidos donde podías estar uno o dos días”. Pero en ese descenso al abismo, le esperaba algo peor: vivir en la calle. “Es el infierno. Piensas que vas a enloquecer. Solo ves las cosas malas de la vida. Viviendo en la calle o de prestado te degradas física y mentalmente”, recuerda.

Senovia (segunda por la derecha), junto al personal del centro Errondo Gure Etxea del Hospital San Juan de Dios de San Sebastián. Gonzalo Azumendi

Resiliencia femenina

Senovia también es un ejemplo de que, con ayuda y compromiso personal, se puede salir de esa espiral de exclusión social. Tras su peregrinaje por los albergues de Navarra, la Diputación Foral de Gipuzkoa la puso en contacto con Errondo Gure Etxea del Hospital San Juan de Dios de San Sebastián, un centro de atención integral para personas en exclusión social grave que cuenta con equipo multidisciplinar de profesionales sociales y sanitarios. Han pasado 25 años desde que Senovia llegará a España en busca de una oportunidad. Hoy, con 48 años, confiesa que ha empezado a soñar y a mirar el futuro con esperanza: “Me gustaría tener una tienda de ropa. Quiero mi propia independencia y ser útil a la sociedad”.

Y lanza también un mensaje a las mujeres que puedan estar en su situación: “Hay muchas mujeres que se lo callan por vergüenza a su familia o al qué dirán. Y hay que hablar: si estoy viva es porque me he dejado ayudar y estoy en terapia. Ahora me siento protegida”.