Fallecida a los 80 años, a consecuencia de una insuficiencia cardíaca, en la ciudad donde llevaba tiempo residiendo, Barcelona, Amparo Soler Leal era hija de actores y vivió siempre inoculada por el veneno de la interpretación. Actriz de teatro desde muy temprana edad (debutó a los 15 años), de televisión y de cine, se dedicó casi íntegramente a este último medio a partir de 1975 y encontró buen acomodo en la obra de cineastas como Luis García Berlanga, para el que compuso algunos de sus mejores papeles secundarios.
Nacida en Madrid, el 23 de agosto de 1933, hija única de los actores Salvador Soler Marí (intérprete valenciano que cotizó al alza en la escena madrileña de los años 20 y 30) y Milagros Leal (actriz teatral y cinematográfica), debutó en el escenario en 1948, con la obra de Alfonso Paso No me mientas tanto . Pronto pasó a trabajar en la compañía del Teatro Nacional María Guerrero, donde la dirigió Luis Escobar, su posterior compañero de fechorías berlanguianas en la trilogía formada por La escopeta nacional (1977), Patrimonio nacional (1980) y Nacional III (1982).
Siempre inquieta, no se contentó solo con la actuación y, a principios de los 60, formó su propia compañía, protagonizando obras de Sartre, Pirandello y Strindberg. En esa época estuvo casada con Adolfo Marsillach, de quien se separó en 1965. En 1969 contrajo matrimonio con Alfredo Matas, distribuidor (creó la empresa Cinesa) y productor.
PROLIJO TRABAJO Para entonces, su carrera cinematográfica ya estaba encauzada. Había debutado en un pequeño papel en Puebla de las mujeres (1952), de Antonio del Amo, y entró en la nómina de colaboradores más o menos fija de Berlanga con Plácido (1961). Ese mismo año ganó el premio del Sindicato Nacional del Espectáculo por su cometido en Usted puede ser el asesino (1961), una comedia negra de José María Forqué que demostró su ductilidad de registros.
A partir de ese momento, y como les ocurrió a otros rostros relevantes del cine español de la época como Fernando Fernán Gómez, José Luis López Vázquez o Manuel Alexandre, Soler Leal fue alternando las películas convencionales y populistas que incentivaba el régimen, caso de El grano de mostaza (1962), Vuelve San Valentín (1962), La gran familia (1962) y Las que tienen que servir (1967), con propuestas más personales y arriesgadas servidas por algunos de los directores que intentaban cambiarle la fisonomía al estricto cine español del franquismo: Amador (1964), notable drama de Francisco Regueiro en torno a la deriva de un hombre que acaba de asesinar a su novia, y El bosque del lobo (1970), excelente filme de Pedro Olea que retrata el oscurantismo de la época a partir de una vaga historia de miserabilismo y licantropía.
En 1975, tras interpretar un montaje de La señorita Julia de August Stringberg, abandonó el teatro, aunque volvería a los escenarios dos décadas después a requerimiento de Mario Gas para protagonizar El zoo de cristal , de Tennesse Williams. En esa época había hecho sus primeros trabajos televisivos. En Tres eran tres (1972-1973), historia de tres hermanas interpretadas por Soler Leal, Julieta Serrano y Emma Cohen y con célebre sintonía de Vainica Doble, conoció a Jaime de Armiñán, quien se convertiría poco después en uno de sus realizadores cinematográficos habituales: El amor del capitán Brando (1974), Jo, papá (1975).
Bien capacitada tanto para la comedia como para el drama, con un punto de ironía más que adecuado para trabajar con cineastas como Berlanga, Fernán Gómez y Luis Buñuel --tuvo una breve aparición en El discreto encanto de la burguesía (1972)--, Soler Leal congenió bien con cineastas tan diversos como Pilar Miró, Jaime Chávarri, Pedro Masó, Antonio Drove, Roberto Bodegas o Pedro Almodóvar, apareciendo en títulos históricamente fundamentales como Los nuevos españoles (1974), El crimen de Cuenca (1979), Las bicicletas son para el verano (1983) y ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984).
No obtuvo en toda su vida ningún premio Goya. Dejó el cine en el año 1995, aunque volvió a la llamada de su amigo Berlanga para París-Tombuctú (1999). Sus últimos trabajos fueron en el medio televisivo, de la serie Querido maestro (1998) al telefilme de Mireia Ros Wendy Placa 20957 (2009).