"Mientras pueda pensarte / no habrá olvido". Sintió que perdía a su madre y brotaron esos versos con los que arranca el poema titulado La dignidad. «A veces sólo un gesto es suficiente / para salvar el día. / Y escribir tal vez es ese gesto / que prolonga el latido de los pulsos / hasta la sed secreta de los párpados», recogía en La voz en espiral. «Concededme siquiera este refugio, este lugar al sol donde escribir sin culpa, libremente, donde cada palabra sea un acto de amor que se hace piedra, flor del sueño, sed de nubes. Siquiera este refugio, esta orilla secreta, donde todo es más fácil».

Ha pasado una década desde su pérdida. El 25 de noviembre de 2008 fallecía el poeta y traductor extremeño Ángel Campos Pámpano (San Vicente de Alcántara, 1957). Murió con 51 años.

Incansable lector con ojo crítico, sus poemas están impregnados de sentimiento, «pero sobre todo de ecos literarios». «Sus autores de cabecera eran César Vallejo y Pessoa», recuerda Miguel Ángel Lama, catedrático en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura, y amigo íntimo de Ángel Campos.

Su eterna pasión, Portugal. «El libro La ciudad blanca (1988) es excepcional». En él dibuja con sus versos los rincones de Lisboa.

Precisamente en la capital lusa fue varios años profesor en el Instituto Español Giner de los Ríos.

Una huella imborrable

«Nunca ha habido nadie con la misma capacidad ni ese empuje constante para impulsar la cultura en Extremadura», recuerda Lama. Eran tiempos de revistas de poesía y de creación de aulas literarias. Tiempos de establecer lazos culturales con Portugal. Con Diego Doncel y Álvaro Valverde fundó y dirigió la publicación Espacio/Espaço escrito y Hablar/Falar de Poesía. También estuvo al frente de la Asociación de Escritores Extremeños. Y en 1992 fundó el Aula de Poesía Enrique Díez-Canedo de Badajoz, por donde han pasado centenares de autores. «Es que nos reñía si no lo seguíamos en esas ganas constantes de potenciar la cultura», subraya Lama.

Dio clases en varios institutos de Badajoz y nunca dejó de intentar que la literatura formara parte de la vida de quien le rodeaba.

«Notas de pronto / la magia de tus manos, / ensimismadas. / Y comienzas entonces / a conocer el mundo», le escribió a su hija Paula cuando nació. Ha sido ella quien ha recogido el testigo de su padre y ya tiene varios textos publicados.

Siquiera este refugio (1993) o La semilla en la nieve (2004), su último libro y al que pertenece el poema La dignidad, son parte de su legado. «Pero es aún más reconocida su faceta de traductor», afirma Lama. Textos de la literatura portuguesa del siglo XX, de autores como Fernando Pessoa o Carlos de Oliveira pasaron por sus manos.

Manuscrito del poema ‘La dignidad’, del libro ‘La semilla en la nieve’. CEDIDA

Varios premios

Recibió galardones como el Giovanni Pontiero por su traducción de Sophia de Melo, el Premio Extremadura a la Creación 2005 por La semilla en la nieve o el Eduardo Lourenço de Guarda (Portugal), que tenía previsto recoger dos días después de que el cáncer se lo llevara.

«Mi madre murió hace dos años y la recuerdo cada día, pero es que de Ángel también me acuerdo todos los días», dice Miguel Ángel Lama para expresar el vacío que le dejó su amigo.

Ha pasado una década de su pérdida. Pero el propio poeta lo dejó escrito: «Mientras pueda pensarte, no habrá olvido».