Carismático, polémico y el escritor español más prolífico de su época, el legado de Felipe Trigo llegó ayer al instituto Cervantes de Lisboa de la mano de una exposición que profundiza en la agitada vida y en la obra del autor de Jarrapellejos.

Nacido en Villanueva de la Serena (Badajoz) en 1864, Trigo se ajustó al modelo de hombre del Renacimiento: Fue médico rural, soldado, héroe militar, escritor y fotógrafo. Pero, sobre todo, fue un amante de la modernidad.

Socialista, erotómano y creador compulsivo, llegó a ser el escritor más vendido de su tiempo, un cruce de siglos que le permitió conocer a los intelectuales del 98 y a las vanguardias que luego integrarían la generación del 27.

Tras una vida digna de una de sus novelas, la neurastenia que él mismo se diagnosticó le llevó a pegarse un tiro en su residencia madrileña en 1916.

Su popularidad no se apagó con su muerte, pero la dictadura franquista le sumió en la oscuridad y solo durante la transición se reivindicó su figura y se recuperó su obra, que llegó incluso al cine, con la adaptación de Jarrapellejos que realizó Antonio Giménez-Rico, una demoledora crítica a la sociedad rural.

«Es un escritor muy actual. Sus temas son hoy muy importantes para nosotros, desde la liberación de la mujer a la crítica del sistema social», explica a Efe Luis Sáez Delgado, comisario de la exposición que se exhibe desde ayer bajo el nombre Principio de incertidumbre. Felipe Trigo y nuestro tiempo, que ya se pudo ver en Badajoz.

Trigo, médico rural en Badajoz, fue voluntario a Filipinas y volvió como héroe de guerra tras sobrevivir al asedio del Fuerte Victoria en Mindanao con lesiones que le acompañarían de por vida.

A su regreso a España, se volcó en la literatura y alcanzó un éxito arrollador pese a que sus temas eran considerados polémicos y transgresores.

REFLEJO DE SU MUNDO / «Trigo refleja muy bien el mudo en el que vive, tanto el mundo rural (El médico rural), como la sociedad burguesa (Sor demonio) o el impulso español de la industrialización (La clave)», apunta Sáez.

El erotismo, otra de las constantes de su obra, marca a sus heroínas, «descritas de forma muy objetualizada, con una concepción lírica, pese a la descripciones explícitas y a los personajes femeninos que deciden vivir su sexualidad en libertad», una mirada «escandalosa» para la sociedad del momento, continúa el experto.

Tampoco su vida personal pasaba desapercibida. Se forjó fama como médico y como militar y cuando empezó a escribir él mismo se dirigía a los diarios elogiando sus obras, se movía entre las editoriales e incluso repartía tarjetas de presentación que a veces eran fotografías en las que posaba ante monumentos emblemáticos en capitales del mundo.

Pionero en las «selfis», sus autorretratos dan una idea de la decadencia en la que le sumió su neurastenia.

Sus personajes reflejan también la evolución de su propia enfermedad mental, que le provocaba episodios de euforia los cuales desembocaban en una depresión profunda, y que «hacen que su literatura sea cada vez más oscura».

«Desde un primer momento de reivindicación social, pasa a personajes que a veces son derrotados y enfrentados de una forma tremenda al mundo», comenta Sáez Delgado.

Su fama traspasó fronteras y llegó a Latinoamérica y al vecino Portugal, donde frecuentó a los intelectuales de la época.

De sus impresiones queda la crónica Recuerdos de Portugal y la traducción al español de El barón de Lavos’, de Abel Botelho, la primera novela que aborda el tema de la homosexualidad en las letras lusas.

Sus experiencias en Lisboa forman parte de esta muestra que se exhibirá y que integra también libros gigantes que invitan al visitante a sumergirse en la obra de Trigo junto a retratos de personajes que marcaron su vida.

En quince años, escribió cerca de 20 novelas, dos volúmenes de novelas cortas, cuentos, ensayos y decenas de artículos. «Yo hablo en nombre de la vida», presumía el escritor en cuya localidad natal se ha creado un premio en su honor.