La mirada ética y feminista de Siri Hustvedt atraviesa de forma transversal toda la obra de esta estadounidense de origen noruego, flamante ganadora del Premio Princesa de Asturias de las Letras, que ha conseguido por mérito propio no estar a la sombra de su marido, Paul Auster. Novelista, ensayista y poeta, Siri Hustvedt (Minnesota, 1955) es una experta en neurociencia y psicoanálisis que se ha convertido en una de las figuras más ambiciosas del panorama actual de las letras, según recordó el jurado del galardón que se dio a conocer ayer miércoles.

Su obra «incide en algunos de los aspectos que dibujan un presente convulso y desconcertante, desde una perspectiva de raíz feminista. Y lo hace desde la ficción y el ensayo, como una intelectual preocupada por las cuestiones fundamentales de la ética contemporánea», según el fallo del jurado.

El diálogo interdisciplinar entre las humanidades y las ciencias está presente en su producción, traducida a más de 30 lenguas, aunque apuesta, sobre todo, por la imaginación: «el poder de la imaginación permite ir hacia espacios del pasado y del futuro y convertir a las personas en alguien diferente a lo que son», contaba a Efe en una entrevista.

La poesía es fundamental para esta autora, cuya primera publicación fue un poema en The Paris Review, un género que le llevó a conocer al célebre Paul Auster, también galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 2006, en una lectura de poemas en 1981 y con el que se casó al año siguiente.

Fue hace más de treinta años, cuando todavía ninguno de los dos era conocido para el gran público, y mientras él se centró en novelas de ficción, ella siempre manifestó un interés más evidente en psicoanálisis y en neurociencia.

activista / Este interés se ha plasmado repetidamente en todas sus novelas y poesías, y las referencias a la ciencia «no son gratuitas, son realmente parte del tema», según ha asegurado Hustvedt. Un interés que le viene desde pequeña ya que sufría migrañas: «es evidente que tengo un sistema nervioso y neurológico hipersensible, y eso ha sido crucial en mi arte, hasta el punto de que no cambiaría por nada esas migrañas, esos ataques, porque forman parte de mi vida, y he aprendido a vivir con ello», ha confesado.

Esta novelista y activista ha reivindicado siempre la injusticia de que se «devalúe» el trabajo de las mujeres artistas y científicas mientras se subraya el que hacen los hombres, «simplemente porque son hombres». Una de sus principales obras fue precisamente La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (Seix Barral), un ensayo que la convirtió en una de las voces más críticas contra Donald Trump, cuya llegada a la Casa Blanca produjo, en su opinión, «una reacción frente a esa misoginia tan abierta y ese odio a las mujeres que demostró en su campaña», que ha conseguido «unir a una parte importante de la población».

El mundo del arte siempre ha interesado a la escritora, que antes de dedicarse al mundo literario se proponía decantar su carrera hacia las artes visuales. «Todavía dibujo», reveló Hustvedt, que define el arte como «recordar algo que nunca sucedió». Tanto le apasiona el arte que en 2007, de la mano de Francisco de Goya, conquistó el Museo del Prado en una clase magistral sobre el pintor español.

Pero es la literatura su «necesidad», una suerte de «catarsis» personal, que traslada a muchos de los personajes de sus novelas.