La Compañía Amara Producciones se lució francamente en el Festival de Teatro de Cáceres con una admirable interpretación, a base de una sencilla y eficaz puesta en escena, de la comedia de Calderón ‘Con quien vengo, vengo’, que se estrenaba en una plaza de San Jorge, muy concurrida, especialmente de un público bastante joven, que estuvo intrigado hasta el final ante una compleja trama de constantes enredos y equívocos de la doble pareja actuante.

En efecto, las dos parejas principales se cruzaron en sus afanes amorosos, por las desconfianzas respectivas, a base de disimular su atuendo habitual, poniéndose una bata de criados o soltándose la melena, o bien la señora o el señor pasaba por criado o criada: todo este entrecruce amoroso llega al paroxismo o locura final de no saber bien de quién están enamorados o enamoradas, pero, como es comedia de enredo, todo vuelve a la normalidad inicial o cada oveja con su pareja.

Por cierto, cuando se citaban subrepticiamente en el jardín se llamaban balando, cual ovejitas, y también utilizando muchos gags o recursos gestuales graciosos, que hacía divertido el considerable embrollo; utilizaron abundantes apartes aclaratorios con oportunas bajadas de tonos y cambios posturales muy graciosos. Toda esa magistral interpretación de personajes tan cambiantes y burlescos amenizó grandemente este buen montaje de teatro.

La esmerada y nada fácil interpretación la resaltaba el juego de miradas, los constantes cambios posturales y gestuales, el énfasis en los dobles sentidos de algunos versos, que aclaraba algo los distintos estados anímicos, ocasionados por las trapacerías respectivas. Brillaron especialmente los varios cantos corales o de dúos amorosos, acompañados de guitarra. Resaltaba también la tensión de algunas evocaciones bélicas o relatos amorosos en Italia unos suaves toque de cajas o tambor.

Es de destacar igualmente la muy buena dicción y recitado muy natural de los muy estilizados versos calderonianos, especialmente en los sentidos monólogos líricos de gran belleza. Esto unido a la gran expresividad corporal, muy bien caracterizada cada uno en su cambiante papel, consiguieron una interpretación de gran altura.

El espacio escénico casi vacío, salvo una decena de blancos maniquíes al fondo del escenario, entre los que se escondían o camuflaban los personajes, pues al estar tras ellos, unas veces permanecían sentados o aparecían y desaparecían de pronto, con enorme presteza, lo que daba a la obra un muy trepidante ritmo. Contribuyó poderosamente una buena luminotecnia y acertada dirección de Gabriel Garbiru.

El público, muy emocionado, se percató de que Calderón no solo seguía vivito, sino que era muy divertido, si se hacía con la enorme calidad demostrada por esta buena compañía. Y por ello lo premiaron con entusiastas aplausos y encendidos bravos. Enhorabuena.