No recuerda el año. Normal porque han sido unos pocos. Si hay banda icónica en Contempopránea son Los Planetas. No hay año en el que no paseen por la ladera brazos tatuados con la mítica cruz de ‘Una semana en el motor del autobús’. Los hay también que alardean de habérselos encontrado ya en las zonas temporalmente autónomas. El orden de los factores no altera el producto. Lo cierto es que la historia de Los Planetas no se entiende sin Eric Jiménez, su batería, y anécdotas suma unas tantas de sus visitas a la ladera de Alburquerque. Muchas se guarda, pero relata una en la que casi sale con la cara roja. La rescata para este diario. Recuerda que en los conciertos tenía por costumbre tirar las baquetas en plena vorágine del directo. Tal fue el ímpetu que arrojó también la batería, que era de alquiler. Al concluir el concierto, un técnico esperaba en el backstage para descargar su furia por la travesura de Eric. «Decían que había alguien que quería pegar a uno y yo le dije que pasara sin saber que al que quería pegar era a mí». «¿Y te pegó?». «Por suerte no». Salió airoso. O eso dice. Lo relata con ternura, copa en mano en La Ermita, con el mismo cariño que el festival ha querido devolverle este año. Tras años de insistencia y problemas para cuadrar las agendas, finalmente este año el ha sido encargado de abrir el festival como pregonero en una edición simbólica para la continuidad de la cita en Extremadura.

De hecho, bien aprovechó sus minutos sobre el escenario para hacer alegato. «El festival no es ni de los artistas ni de la administración, es del público y de la gente del pueblo, sin ellos no tiene sentido». «No hay que olvidar que pop significa popular», alude y destaca «la atmósfera» que se ha creado en torno a la cita. «Es el contraste de ver a un tío en un tractor con una camiseta de La Casa Azul». Le interrumpen porque quieren hacerse una foto. Otra. Nadie quería irse este fin de semana sin capturar un recuerdo de su paso por Alburquerque. Y sin que le firmara un ejemplar de ‘Cuatro millones de golpes’, un libro en el que relata su paso por Lagartija Nick y Los Planetas y habla de los golpes de baqueta, de los de la vida y «de la importancia de llamarse Ernesto y la estupidez de llamarse Eric». «Pensé que no vendría nadie», asevera como si así le quitara peso a la mochila de formar parte de la historia viva de la música. «Paz, amor y larga vida al Contempopránea», concluye. Que así sea.