En un acto de sincronización sin precedentes, la gala de inauguración del FanCineGay de Extremadura coincide con la jornada de reflexión. No estaba planeado, obviamente, estas cosas no se planean y el FanCineGay tiene lugar siempre en las primeras semanas de noviembre, pero hemos ido a nuevas elecciones y el comienzo de esta historia ya se la conocen ustedes.

Hablamos de un festival de cine profundamente político, en su concepción, en sus planteamientos y en las elecciones que le atraviesan, de todo tipo. Los cuerpos (los cuerpos diversos también: los que no tienen algún miembro o aquellos a los que la Administración califica como discapacitados psíquicos) ocupamos el espacio público. Realizamos infinidad de manifestaciones en el espacio público: vamos a comprar (elegir el pequeño comercio también es un acto electoral: decidir qué tipo de ciudades y pueblos quieres habitar); protestamos en el centro, acompañados de otros, por la situación de la mujer, por el derecho a la vivienda, por un trabajo digno, por la redistribución de la riqueza; paramos desahucios; nos hacemos la prueba del sida; paseamos animales; jugamos con niños en los parques. Elegimos nuestro tiempo de ocio.

Intentamos hacer nuestra parte, nuestra pequeña parte, para crear espacios seguros.

En un espacio seguro, alguien dice «yo soy mujer» y se le habla en femenino y no se apela a cromosomas XX ni a asimilaciones estéticas. En un espacio seguro, alguien besa a su pareja, de su mismo sexo, y no pasa nada: no hay miradas (quizá sí una sonrisa). Dos mujeres crían a los hijos que han tenido juntas. Una alumna explica cómo es ser lesbiana y trabajar con cuerpos diversos en una clase de terapia ocupacional. Un profesor explica, en una clase de su asignatura de Psicología, cómo se construye el género y dice: «soy gay». A una madre le preguntan: «¿Es niño o niña?» y responde: «No lo sé. Aún no habla». Y, por supuesto, en un espacio seguro no se habla de un lobby gay que no existe ni se entra con una pistola para matar a 50 personas. Y se aprueba la Ley Trans nacional. «El miedo es salir a la calle», dice Anabel Pastor, madre de Elsa, niña trans.

En un espacio seguro, hay un hombre trans llamado Leo Arán Narros encima de un escenario. Leo Arán dice: «Transexualidad, para mí, es la condición que indica la brecha, o la indiscrepancia, entre cómo tú te sientes y cómo socialmente eres interpretado. Eres interpretado conforme a unas características, generalmente físicas y biológicas y la sociedad te lee conforme a roles de género. Cómo tú te sientes, a veces no coindice».

En ese escenario seguro está también Laura Corbacho: «Soy activista… casi que por supervivencia». Nació mujer, «pero me asignaron como hombre sin preguntarme a mí primero». Y ser visible es estresante, añade.

Son dos personas trans, que presentarán, junto al actor Fermín Núñez, la gala final del FanCineGay el sábado 16 de noviembre. Mañana es la gala de inauguración, en Cáceres, en la Filmoteca de Extremadura, a las 20.30 horas. Es otra fiesta, también: más pequeña, más íntima, pero igual de personal, porque aquí lo personal es político.

Se hace política transformadora llevando un festival de cine gay, lésbico, bisexual, transexual e intergénero a casi treinta localidades de la región. Programando películas con cuerpos diversos que vienen de Rumanía, como Touch me not, Oso de Oro en el Festival de Berlín; o sobre la vida del artista y escritor Pedro Lemebel, que sacudió a la sociedad chilena en tiempos de la dictadura de Pinochet (fuerza, Chile, decimos también: eso es política). O Me llamo Violeta, sobre la hija transgénero de Nacho Vidal (sí: el actor porno y, ahora, activista).

Abel Azcona (qué interesante es este hombre), Sara Moralo (emeritense, afincada en Londres: ha realizado una exposición sobre los procesos de reasignación que se puede ver en Zafra), Gema Nieto con su novela Haz memoria, publicada por Dos Bigotes… y cine, cine y más cine. Y premiados porque, desde la cultura, intentan construir una sociedad mejor.

Vemos movimientos: las kellys en el Parlamento Europeo, los chilenos en las calles, las huelgas para protestar contra el cambio climático porque estamos en estado de emergencia, el veganismo (que es un posicionamiento ético), actores protestando contra sueldos bajos de actrices, el 8M y el 28J. No son suficientes como para horadar sistema alguno, pero estamos dando pasos, o eso quiero creer. En el otro lado, ataques sistemáticos de mujeres que se llaman a sí mismas «feministas radicales transexcluyentes» y el fascismo en el Congreso de los Diputados como grupo organizado y con un discurso plagado de mentiras que ponen debates superados en el espacio público porque el ruido se oye más que los datos.

Y, en medio del ruido, Pablo Cantero y Karel Fernández, los dos directores del FanCineGay, se patean festivales, ven películas, leen, hablan con distribuidoras, montan páginas web, se reúnen con políticos y organizan este canto a la diversidad, a la inclusión.

Porque demos hacerlo juntos.