Cuando amanece el 8 de diciembre de 1980, John Lennon tiene 40 años y una nueva vida por delante. Tras un lustro de silencio que ha consagrado al cuidado de su hijo Sean, el fundador de los Beatles se siente en condiciones de «volver a empezar de nuevo», tal como él mismo proclama desde el título del single que le ha devuelto a la primera línea del negocio musical. 15 horas y media después, abatido por los disparos de un botarate con hambre de fama, Lennon agonizará a las puertas del edificio Dakota de Nueva York, en el que residía desde 1973. Esta es la reconstrucción del último día de vida de un artista idolatrado como pocos.

7.30 HORAS. Es lunes. John Lennon sale de la cama en la que Yoko Ono sigue dormitando, se enfunda en un quimono negro y se dirige al salón para ver por el ventanal cómo el débil sol de diciembre se alza sobre el skyline de Manhattan. Tiene por delante un día cargado de obligaciones pero también de motivos para sentirse razonablemente feliz. Después de pasar cinco años alejado del negocio musical para atender a su familia, el músico está escalando de nuevo las listas de ventas de la mano del muy reciente Double Fantasy, un disco grabado y firmado a medias con su esposa. La estupenda acogida les ha empujado a ponerse a trabajar casi de inmediato en una continuación. A unas 20 manzanas del edificio Dakota, en una habitación del Hotel Sheraton Center, en la Séptima Avenida, Mark David Chapman también estrena el día mirando por la ventana. Y piensa que el propósito que le trajo a Nueva York hace ya un par de días no puede esperar más. Hoy matará a John Lennon.

9.00 HORAS. John y Yoko salen de casa y se dirigen al Café La Fortuna, en la calle 71 Oeste, para desayunar. Él da cuenta de unos huevos Benedict y un capuccino y remata la colación con un Gitanes. De ahí se dirigen a una barbería cercana y Lennon pide un corte de pelo al estilo teddy boy de los 50.

11.00 HORAS. La pareja vuelve al edificio Dakota. Allí les espera ya la fotógrafa Annie Leibovitz, con el encargo de hacer una sesión para la revista Rolling Stone. Lennon insiste en que Yoko debe figurar junto a él en la imagen de portada. Leibovitz les sugiere que posen desnudos, como ya hicieron en 1968 para la cubierta del álbum Unfinished Music Nº 1: Two Virgins. Ante las reticencias de Yoko, John propone desnudarse solo él y aparecer en la foto abrazando, en posición fetal, a su vestida esposa. La fotógrafa saca una única Polaroid en esta pose. Cuando los tres revisan la imagen, comprenden enseguida que ahí hay algo muy especial. «Has capturado nuestra relación a la perfección», le dice Lennon a Leibovitz. La foto ocupará la portada de Rolling Stone el 22 de enero de 1981. John no la verá.

Mientras arriba tiene lugar la sesión, Mark David Chapman llega a las puertas del edificio Dakota y se mezcla con algunos de los fans que se concentran en el lugar con el objetivo de avistar al ex-beatle.

12.40 HORAS. Un equipo de la emisora RKO Radio de San Francisco encabezado por Dave Sholin llega al edificio para una entrevista en profundidad con Lennon. A lo largo de la conversación, el músico habla abiertamente sobre el ocaso del sueño hippie de los años 60 y denuncia la ingenuidad de quienes pensaron que «llorar sería suficiente» para conseguir un mundo «de flores y paz». En el último tramo de la entrevista, Lennon pronuncia unae frase que al final del día se habrá convertido en su epitafio: «Mi obra no estará acabada hasta que yo esté muerto y enterrado, y espero que aún falte mucho tiempo para eso».

16.30 HORAS. John y Yoko salen del Dakota para dirigirse a los estudios Record Plant. Dave Sholin se ofrece a acompañarlos y pone a su disposición el vehículo de la RKO Radio. Mientras esperan en la acera, Chapman, tocado con un sombrero de imitación de piel y vestido con un abrigo verde en cuyos bolsillos esconde un revólver de cañón corto del calibre 38 y un ejemplar de la novela de J. D. Salinger El guardián entre el centeno, se aproxima a Lennon y, sin decir palabra, le tiende una copia de Double Fantasy. El músico garabatea en la portada «John Lennon 1980» y, al devolver el disco a su propietario, le pregunta: «¿Es esto lo que querías?». Chapman asiente con la cabeza. Paul Goresh, un fan de los Beatles y fotógrafo aficionado, captura la escena con su cámara.

17.00 HORAS. El productor Jack Douglas recibe a la pareja en el estudio y los tres se ponen a trabajar de inmediato en Walking on thin ice, una gélida pieza de música dance escrita por Yoko Ono cuya oscura letra será leída tiempo después en clave presciente: «Algún día lloraré / pero de algún modo las lágrimas se secarán / y cuando nuestros corazones vuelvan a las cenizas / todo esto será solo una historia».

Lennon, que está entusiasmado con la canción, graba una fenomenal pista de guitarra. David Geffen, propietario del sello discográfico que ha publicado Double Fantasy, pasa por el estudio para anunciar que el elepé ha llegado al Disco de Oro. Después de casi cinco horas de trabajo, ansiosos por llegar a casa a ver cómo el pequeño Sean se sumerge en el primer sueño y cenar algo, John y Yoko se despiden de Douglas con la promesa de regresar a las nueve de la mañana del día siguiente.

22.30 HORAS. Mientras la limusina de los Lennon avanza por la Octava Avenida, Chapman inicia una conversación informal con el portero suplente del Dakota, José Sanjenís Perdomo, un expolicía cubano, anticastrista visceral, que ha trabajado para la CIA en un par de misiones. Ambos discuten sobre la invasión de Bahía de Cochinos y el asesinato de Kennedy.

22.50 HORAS. Un vehículo estacionado delante del Dakota obliga a la limusina de Lennon a parar antes de llegar a la entrada de vehículos. Yoko se apea del coche seguida por John, que carga con una grabadora y un lote de cintas y que enseguida advierte la inquietante presencia del individuo que unas horas antes le ha pedido un autógrafo. Le dedica una mirada al pasar junto a él y sigue andando. Chapman saca el revólver, grita «¡Señor Lennon!» (esta última circunstancia, relatada por varios testigos, ha sido refutada por el propio asesino) y le dispara cinco veces. Dos balas alcanzan a John en la espalda y otras dos, en el hombro. Una quinta se pierde. Lennon consigue dar cinco pasos antes de desplomarse justo a la entrada del vestíbulo del edificio, mientras una horrorizada Yoko chilla «¡Han disparado a John!».

Alertado por el ruido de cristales y por los gritos de Ono, el conserje Jay Hastings presiona el botón situado bajo el escritorio que conecta con la policía y acude a auxiliar a Lennon. Se quita la corbata con la intención de hacer un torniquete, pero hay tanta sangre que no sabe por dónde comenzar, de manera que se limita a cubrir el cuerpo con su chaqueta. Entretanto, José Perdomo se encara con Chapman, le arrebata la pistola y la aleja de una patada. Con una rara parsimonia, el asesino saca del bolsillo su ejemplar de El guardián entre el centeno, se quita el abrigo y el sombrero para que la policía, al llegar, vea que está desarmado y se pone a leer. Perdomo le pregunta si sabe lo que ha hecho. Chapman responde: «Acabo de disparar a John Lennon».

22.55 HORAS. La primera patrulla de policía llega a la escena del crimen. En pocos segundos, la calle se llena de sirenas y luces rojas. Después de que José Perdomo identifique a Chapman como el autor de los disparos, el agente Steve Spiro esposa al asesino, que sigue extrañamente calmado, y le pregunta si tiene alguna explicación. Chapman se limita a señalar el libro que yace tirado a sus pies. El guardián entre el centeno. Spiro lo recoge y en la parte interior de la cubierta lee una anotación manuscrita: «Para Holden Caulfield. De Holden Caulfield. Esta es mi declaración». Holden Caulfield es el protagonista de la novela de Salinger, un joven con serios problemas de adaptación con el que Chapman se identifica hasta extremos delirantes.

Mientras tanto, una segunda patrulla atiende a Lennon y, al ver la gravedad de las heridas, decide no esperar a las ambulancias y cargar al músico en el asiento trasero del vehículo policial para trasladarlo al cercano Hospital Roosevelt, en la calle 59. Durante el corto trayecto, en un desesperado intento por mantenerlo consciente, el agente de policía James Moran pregunta al agonizante pasajero: «¿Quién eres? ¿Eres John Lennon?». Con una voz apenas audible, John responde: «Yeah». Será su última palabra .

23.00 HORAS. Cuando Lennon llega al hospital, ha perdido ya el 80% de la sangre y casi no tiene pulso. Después de concluir una guardia de 30 horas, el doctor Stephen Lynn, responsable del servicio de urgencias, se reincorpora al trabajo para dirigir las operaciones de reanimación, en las que participan hasta siete médicos, pero los vasos sanguíneos están tan dañados que el esfuerzo muy pronto se revela inútil.

23.15 HORAS. John Lennon es declarado oficialmente muerto. Así se lo comunica el doctor Lynn a Yoko Ono, que, conmocionada por la noticia, pasa los siguientes cinco minutos repitiendo la frase «no es verdad». El mundo está a punto de conocer la inconcebible tragedia. En una jardinera situada a las puertas del edificio Dakota se halla la copia de Double Fantasy de Mark David Chapman autografiada por John Lennon. Pasarán varios días antes de que un transeúnte la encuentre por azar.