La mañana arrancó oscura arropada en nubes abarrotadas de lluvia, oscuridad y malos augurios. Además, era lunes. Un lunes típico, pensé. El suelo resbaladizo me recordó lo liviano de un fin de semana que pasó demasiado rápido. No sabía que pasaría a lo largo del día, no obstante, eché mano del optimismo que me caracteriza y le puse a la incertidumbre mi mejor cara…, así comenzó el día en que esta periodista se citó con la protagonista de nuestra entrevista, como un párrafo de cualquier novela negra. El mismo género que ha iluminado el camino al éxito literario de Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981). Con el puente romano por testigo caminamos por la historia de la ciudad, mientras nos adentramos en ‘Especie’ (Editorial Alfaguara, 2021) la segunda novela de esta escritora afincada en Extremadura bajo el sello Alfaguara. Una obra que invita a reflexionar «sobre el consumo desmesurado de productos cárnicos y el tratamiento de animales en la industria de la alimentación». Un guiño metaliterario a uno de los grandes defensores de los derechos de los animales: el premio nobel J.M.Coetzee.

«Sevilla, ola de calor. Todo el que puede huye a la playa. No así Camino Vargas, jefa accidental del Grupo de Homicidios desde el tiroteo que dejó en coma al inspector Arenas. Y tampoco los criminales». Este párrafo de ‘Progenie’ (Alfaguara, 2020), primera novela con esta editorial de Martín Gijón, le dio la vida a la inspectora Camino Vargas que rompe el bucle del protagonista ‘varón atormentado’ recurrente en este tipo de novelas. Ésta es la primera ruptura; la segunda con el género, el trasfondo social que en ‘Progenie’ eran las maternidades, las imposiciones sociales…, «la primera víctima tenía un chupete en la boca, esa era la firma del asesino», recuerda la autora.

-En ‘Especie’ hablaríamos de la reivindicación del derecho animal

-Sí, es el tema de fondo. Siempre me centro en un tema social que me preocupa y, en este caso, es una reflexión sobre el trato que le damos a los animales. Siempre nos colocamos en la cúspide de la pirámide pero hasta cualquier mínima satisfacción, utilidad o rentabilidad económica, parece que nos sirve como argumento para todo tipo de sufrimiento y padecimientos al mundo animal. Y en ese sentido, en esta obra vamos a acercarnos a los productos cárnicos, a la alimentación, pero también al textil, al ocio, a la experimentación en cosmética…, a muchos ámbitos donde se perpetúa la violencia a los animales, y esa es la reflexión; ahí es donde Camino Vargas se tiene que adentrar si quiere conocer lo que pasa en la ciudad.

-Se resuelve la violencia de la novela negra desde esa otra violencia, ¿no es un sufrimiento doble para la escritora?

-Bueno, me he tenido que documentar muchísimo sobre temas muy duros. Para conocer todo esto, para meterme bien a fondo en el mundo del animalismo, el veganismo, he ido a protectoras, he estado en un santuario de animales varios días conviviendo, tanto con los animales como con las personas que lo han dejado todo para irse al campo y darles a estos animales, que han sido liberados pero que han sufrido mucho, un final de vida feliz. He conocido muy a fondo eso, pero también he conocido la otra parte: los mataderos, las granjas intensivas…, la experiencia de ver un matadero por primera vez es algo absolutamente terrorífico.

-El ser vegano se nos vende como algo saludable pero, ¿cuánto hay de marketing en todo eso? Comer hamburguesas veganas, ¿tiene sentido?

-Yo, como autora intento no posicionarme. Hay un tema que me preocupa, lo cojo, me documento y lo muestro. Y muestro las dos caras, pero no me posiciono. En mi primera obra hablábamos de maternidades y no maternidades; mujeres que hacen de todo por ser madres, y otras que no quieren serlo desde el principio. Aquí igual: yo muestro el pensamiento antiespecista más extremo, hasta el punto que incluso hablamos de vigilias: noches que pasan en vela un grupo de animalistas, porque al día siguiente saben que va a llegar un camión lleno de cerdos o terneros a un matadero para ser sacrificados, y están ahí esperando para darles el último adiós, y eso es algo que se está haciendo en España en varias ciudades. Entonces, yo eso lo muestro, pero no me posiciono, al igual que muestro el recorrido por un matadero. Hay un personaje, Evita Gallego, que es una nueva policía en el grupo de homicidios que precisamente tiene esta forma de pensar, y va a ayudar a Camino Vargas a entender esa visión. Yo me quedo en mostrar, ahí siempre.

-Es una labor feminista el ponerle perfil de mujer a la inspectora protagonista

-Sí, eso es algo que por suerte se está abriendo cada vez más en este tipo de novelas, pero está claro que antes el protagonista siempre tenía el perfil de hombre duro, traumado, que bebe whisky, no quiere relaciones afectivas… y esto siempre lo quise cambiar desde el principio. De hecho, en mi primera saga, que está ambientada aquí en Mérida, en Extremadura, la policía era mujer y además extremeña-africana. Crear protagonistas femeninos es un compromiso firme que tengo. Camino Vargas también es mujer, aunque no se parece en nada a ese otro personaje. Es inspectora jefa de Grupo de Homicidios. La comisaria también es mujer, en ‘Especie’ la dueña de un matadero también es mujer… y es que te pones a pensar y siempre te vas a lo masculino, y yo trato de darle la vuelta, ¿por qué no una mujer? Pero en la obra hay tantos personajes masculinos como femeninos, pero sí intento esa mirada, ese cambio de chip.

-¿Qué es lo más difícil de este género?

-Quizás el reto, el juego que te plateas entre autor y lector porque éste quiere averiguar cuanto antes quien es el criminal y qué es lo que hay detrás de lo que le estás contando. ¿Por qué se han perpetrado esos crímenes?, ¿quién lo ha hecho…?, y tú le vas dando pistas, ¡que tienen que ser honestas! No puedes sacarte un criminal de la manga porque eso no te lo perdona el lector. Tendría que estar tipificado en el código de honor de los escritores, que no se puede hacer, ¡no te puedes sacar al sospechoso de la manga al final! Ese juego con el lector, el de ir dándole pistas…, pero, ¡ojo! Que no lo averigüe antes de tiempo porque no te lo perdona, ¿no? Es como un juego.

-Un juego de equilibrios

-Como lectora acabo de terminar un libro del que desde un principio intuí y acerté, y eso te deja un regusto un poco amargo…, yo quiero que juegues conmigo, ¡y tú ganes! Así consideraré que lo has hecho bien; en cambio, si yo gano, voy a tener la sensación de que no has jugado tus cartas de la mejor forma.

-Asegura que ser escritora profesional es «una carrera de obstáculos». ¿Cuál es el más grande al que se ha enfrentado?

-Bueno, creo que el mismo al que se enfrenta cualquier autónomo: la incertidumbre. Todos tenemos el mismo riesgo de no saber qué va a pasar y más, en esta etapa tan caótica donde no sabemos cómo va a ir el sector. Al mes de salir ‘Progenie’ cerraron las librerías, iba lanzada y esas ventas se pararon al igual que las ferias del libro que se fueron cancelando. Todo eso, de un día para otro se cayó, así que vives en una incertidumbre…, el no saber cómo se va a acoger tu libro, el próximo proyecto donde te embarques…

-Para terminar, ¿cómo cree que llevaría la inspectora Camino Vargas el confinamiento?

-Lo llevaría mal. Ella es una persona muy activa que siempre necesita acción, además es muy disfrutona. Uno de sus hobbies es bailar salsa, los campeonatos de baile. Es una forma de liberar tensión entre caso y caso. No es el típico personaje traumado, varón… del que hablábamos. Ella después de un caso tiene vida y, en este caso, lo que le libera es bailar. Si a mi personaje Camino le quitas la acción en el grupo de homicidios y el baile, lo llevaría bastante mal.