Se acabó el Festival de Mérida, con el baile de cifras para acá y para allá de todos los años, esa rueda de prensa en la que, a falta de los datos definitivos, ya podemos decir: «Hasta el año que viene». Y ha sido un buen festival, con un ‘Edipo’ para el recuerdo, como escribió David Vigario, con quien siempre suelo estar de acuerdo en los análisis. Yo, que soy más contundente, sé que ha sido una obra histórica. Qué maravillas, la lectura de Paco Bezerra en su ‘Edipo. A través de las llamas’ y la manera de construirlo que ha tenido Luis Luque con su equipo, del primero al último, porque el teatro es un trabajo comunitario que se hace, además, para la comunidad. 

Una escena de 'Edipo', representada este año en el Festival de Teatro de Mérida. EFE / JERO MORALES

Hay una serie de personas cuyo empleo no tiene sentido si no hay alguien que les mira: los actores, los iluminadores, los escenógrafos, los actores, los técnicos de sonido, los vestuaristas, los directores, los camarógrafos, etc. etc. etc. 

Quizá no hayan leído lo que escribió Sergio Peris-Mencheta en sus redes ayer. Era una respuesta a un tweet en el que le decían: «Pensaba que Sergio Peris-Mencheta solo dirigía cosas culturetas y me lo encuentro haciendo de narco en una serie llamada ‘SOZ: soldados o zombies’. Supongo que saca pasta de una cosa para la otra». 

Yo me detuve en lo de «cosas culturetas» porque... qué español es desdeñar la cultura. Este señor, al que respeto intelectualmente como a poca gente y al que entrevisto siempre que puedo (creo que van cuatro o cinco veces ya desde aquel ‘Julio César’ en el que interpretaba a Marco Antonio en el Festival de Mérida), tiene en gira ahora un Lope de Vega, ‘Castelvines y Monteses’ y un Lorca, ‘Una noche sin luna’. Y un modo de ver teatro apasionante. 

Así que respondió: 

«La primera parte de esta reflexión es muy nuestra… muy española… Al menos al otro lado del charco no sucede, doy fe. Parece que en mi país, si uno dirige teatro, y le va bien, pues es que ya no sabe hacer otra cosa. O no quiere hacer otra cosa. Este mismo razonamiento me llegó hace tiempo a través de un conocido, en relación a un afamado director de casting español que, al parecer, tras una propuesta del director o productor de marras, dijo: “¿Peris-Mencheta? Qué va… ahora está dirigiendo teatro». Llamé a este director de casting en cuanto me contaron esto y le pregunté. El negó la mayor. Y después, por supuesto, me elogió como actor durante el resto de la conversación para dejarme tranquilo. (Si a mi me gustara TANTO un actor o actriz, estaría en todos mis proyectos, pensé). 

Esto fue hace más de siete años. Nunca he vuelto a estar entre sus propuestas. Seguramente porque le debo gustar demasiado. 

Dicho esto, directores de casting españoles: las actrices y los actores español@s también podemos dirigir, producir, escribir, además de servir copas en un bar. De hecho, no nos queda otra que diversificar: tanto para abrir opciones de llenar la nevera, como para desarrollar nuestro espíritu creativo, que también lo tenemos. De hecho, la mayor parte de vosotr@s decidisteis diversificar y acabasteis siendo directores de casting. Ahí sí veo cierta incompatibilidad: no os vais a estar dando papeles a vosotros mismos… pero no creo que sea extrapolable, sinceramente. Si nos va bien escribiendo, o produciendo, o dirigiendo, o lo que sea, no significa que hayamos dejado de ser actores o actrices. Si nos llamáis, os aseguro que nos va a hacer la misma ilusión que cuando desesperábamos porque nos llamarais. Y de hecho, si nos llamáis, probablemente ese casting nos salga mejor, porque ya no estamos desesperados, ya no tenemos todos los huevos en la misma cesta, porque hemos aprendido a ser autónomos, porque, a fin de cuentas, nos hemos hartado de esperar a que suene el teléfono.

Sin acritud. 

Con esperanza. 

Y sin esperar».

Lo escribo aquí porque, generalmente, pensamos que la de actor es una profesión que da mucho dinero instantáneamente y, de dinero y de precarización, en las cosas culturales, tenemos que hablar más. Y ojalá tengamos en cuenta que esta gente trabaja para los demás: unos salvan vidas, si pueden; otros te la cambian. 

Los músicos también. ¿Se imaginan unas Navidades sin ‘El tamborilero’ de Raphael? ¿Una noche de juerga sin cantar ‘Mi gran noche’ o ‘Escándalo»’? ¿Cualquier día en el que le digas a alguien «te amo» y no responda con «con la fuerza de los mares, con el ímpetu del viento»? «A Raphael hay que verle al menos una vez en la vida», dice mi amiga Begoña. Hay personas que forman parte de la historia de la música de este país (quién no ha preguntado a algún amigo «Y quién es él»

 cuando le ve enamorado, por ejemplo), como Raphael, como José Luis Perales. Y están algunos grupos que forman parte de la banda sonora actual de la gente, como Vetusta Morla (con ese himno que es ‘Sálvese quien pueda’: «Puedo saber que sin vosotros duele más. / Puede ser que mañana esconda mi voz / por hacerlo a mi manera: / hay tanto idiota ahí fuera»). 

Pablo Alborán también: comienza esta noche el Stone and Music Festival y el teatro romano volverá a llenarse de gente. Es patrimonio vivo.