La primera vez que vi a Manuel Liñán (Granada, 1980) sobre un escenario fue en el tablao Corral de la Morería, en Madrid, tras la jornada en la que Extremadura, en 2017, salía a manifestarse por un #trendigno (aprovechemos la coyuntura). Mientras los paisanos reivindicábamos lo que nos pertenece, el Premio Nacional de Danza, de ese mismo año, hacía lo propio con su baile, con su rabia y con su bata de cola. Sí, con bata de cola. Una bata que no chocaba a la vista, ni a la estética, ni al baile; una bata interiorizada como elemento de rebeldía, transgresión y también, liberación. Asegura que una de sus grandes satisfacciones es ver ahora «a esos jóvenes y niños que empiezan a bailar con bata de cola sin tanto miedo como antes» y, además, pudiéndolo hacer en escuelas y conservatorios «algo que antes era impensable». Liñán, el bailaor estéticamente atípico: tan rubio, enjuto…, ese huracán ensimismado en su baile, del que no podía quitar la mirada esa noche, es el mismo que, sin hacer ruido, ha conseguido, solo el año pasado, el premio Max del público con el mejor espectáculo 2020 y el premio de la crítica especializada del Festival de Jerez como mejor espectáculo gracias a su rompedor espectáculo ‘¡Viva!’, un universo fascinante de travestismo donde Manuel Liñán propone la pluralidad del baile, las distintas formas y la singularidad de cada una de ellas junto seis bailaores-bailarines. «Un grito a la libertad de la transformación, que no siempre implica una manera de enmascararse, si no más bien una desnudez».

¡Viva!, por tanto, el atrevimiento, las batas de cola en libertad, la imaginación y la osadía. Que de eso no solo vive el hombre, pero si un flamenco que también necesita alimentarse de ese otro aire puro que solo se respira cuando las ventanas y las puertas permanecen bien abiertas. Pasen y lean. 

Su espectáculo ‘Tauro’ le valió el premio bailarín revelación 2012. Un año después recibió el Premio Max de las Artes Escénicas como mejor intérprete de danza masculino y el Premio de la crítica Flamenco Hoy como mejor bailaor. Premio Max 2017 como mejor intérprete masculino de danza por su espectáculo ‘Reversible’, y también premio del público por ‘Viva!’ en 2020. Cuenta, así, con numerosos reconocimientos, pero a Manuel Liñán, ¿para qué le sirven los premios?

-Como inyección de adrenalina. Es muy gratificante que tu trabajo sea reconocido y lo agradezco mucho, sobre todo los que he recogido con ‘¡Viva!’ y ‘Reversible’ que es cuando comencé a usar la bata de cola y a travestirme. Lo considero como un reconocimiento y como un premio que puede ayudar y generar confianza a las generaciones próximas, para que puedan bailar también con la estética que quieran y de una manera natural.

El flamenco, ¿es moldeable a todo?

-Personalmente creo que sí. El flamenco tiene una gran variedad, un gran repertorio y tiene mucha creatividad por los artistas emergentes y porque el flamenco también, hoy en día, se ha mezclado con diferentes disciplinas y eso ha hecho que crezca. El flamenco se puede moldear, se puede construir y deconstruir. Es más, a mí me gusta que el flamenco sea moldeable porque considero que es rico en música, en movimiento, en danza y, por lo tanto. creo que es un arte flexible. 

«Hay teatros donde los aplausos son tan abrumadores que me hacen sentir pequeño y vulnerable porque no sé cómo agradecerle al público su calor»

¿Qué ha sido lo más complicado de esta obra de travestismo, y qué le ha resultado más fácil?

-Tengo muy buenos recuerdos del montaje de ‘¡Viva!’, pero quizás lo más complicado fue el miedo que pude tener cuando estaba montando el espectáculo. Fue un miedo que pasó por mi cabeza, pero no llegó a instalarse. Realmente fue un proceso creativo muy bonito, muy fructífero, en el que se construyeron cosas muy honestas y sensibles, tengo muy buenos recuerdos. Quizás lo más difícil fue que, en muchas ocasiones, no me gustaba estar en el papel de director. Tener el rol de dirigir y marcar pautas para crear la unión del grupo genera mucha responsabilidad y mucho peso; quizás eso fue lo más difícil, pero, por supuesto, lo he hecho encantado y con muchísimo amor. ¿Y lo más fácil? trabajar con los grandes artistas que hay en este espectáculo que se han entregado desde el primer momento y eso me ha facilitado mucho las cosas. Son todos maravillosos como artistas y personas, y en ‘¡Viva!’ cada uno tiene una personalidad y una singularidad con la que son capaces de generar un mundo, un universo que solo ellos pueden crear. 

¿A quién le gritaría un ¡viva! en su vida personal?, ¿y a quién en el mundo del flamenco?

-(Se ríe) Pues, ¡a mucha gente! A mi madre, a mi padre, ¡a mi familia! le gritaría un ¡Viva! y en el mundo del flamenco primero, a los compañeros que componen este ‘¡Viva!’ y luego…, yo creo que a todos los artistas flamencos se lo gritaría porque me he enriquecido de muchísima gente, de nuestros antecesores he tenido mucha influencia, y creo que han hecho una gran labor por el flamenco. 

«El éxito para mí es poder conocerme, poder bailar para mí, sin miedo a ningún juicio social ni artístico, y siendo honesto conmigo mismo, mostrándome tal y como soy»

¿Ha sentido vértigo alguna vez?

Alguna vez quizás sí, cuando eres consciente de que vas a bailar en el teatro y hay, ¡como miles de personas! sí es verdad que a veces me ha dado un vértigo, pero ha sido pasajero y no ha llegado a instalarse; pero a veces si que eres consciente, justo antes de salir, al pensar: ¡Ay, madre mía! Pero son solo segundos. También con esa repercusión que ha tenido ‘Viva!’, ver cómo la gente lo ha acogido tan maravillosamente bien, el calor de la gente. Hay Teatros en los que los aplausos son tan abrumadores que me hacen sentir pequeño y vulnerable porque no sé cómo agradecerle al público su calor. Quizás no es vértigo, pero si una sensación abrumadora. 

¿Qué es lo más triste del éxito?

-¿Qué es el éxito? Quizás es lo primero que hay que preguntarse. Según lo que interpretemos como éxito. El éxito para mí es poder conocerme, poder bailar para mí, sin miedo a ningún juicio social ni artístico, y siendo honesto conmigo mismo mostrándome tal y como soy. Si hablamos de algo más material te diría que es ver a esos jóvenes y niños que empiezan a bailar con bata de cola y sin tanto miedo como antes, e incluso ver cómo en algunas escuelas, o conservatorios, los hombres ya pueden bailar con bata, algo que en algunos sectores era impensable. Quizás lo más triste del éxito sea las noches de hoteles solo, y esos viajes de madrugada donde también estás así. 

¿Tiene pensado venir a Extremadura?

¡Me encantaría ir a Extremadura! además mi padre es de Badajoz, y mantengo el vínculo porque siguen viviendo muchos miembros de mi familia allí. Me encantaría poder ir a bailar a Extremadura, ¡sería un placer!