Cuando tenía 17 años, Adam Jezierski (nacido en Varsovia, Polonia, en 1990, pero criado desde los 7 años en España) descubrió de sopetón lo que suponía formar parte de la serie juvenil de moda: Física o Química. La fama, los fans y el éxito llegaron de golpe gracias al macarra Gorka. Pero, como contrapartida, cuando dejó la serie solo le llegaban personajes cortados por el mismo patrón. Tras participar en comedias como Con el culo al aire y Gym Tony, ahora está recogiendo el fruto de la constancia y le podemos ver por partida triple en la pequeña pantalla: en Amar es para siempre (Antena 3), Señor, dame paciencia (Atresplayer Premium) y Venga, Juan (HBO Max).

Está en tres series y sus personajes no podrían ser más distintos. 

Esa es la parte bonita de la profesión, cuando te permiten transformarte, alejarte de ti y jugar a hacer diferentes cosas, aunque también existe el riesgo de que se pueda convertir en un trabajo rutinario. Al salir de Física o Química me llegaron muchos papeles para volver a hacer de macarra, pero al final es algo que ha ido cambiando con los años.

Goyito, su papel en Señor, dame paciencia, es el personaje más cómico: el hijo irresponsable, el friki y el hacker. 

Me lo he pasado muy bien con él, aunque había conceptos y palabras que usaba que se me escapaban. Yo no soy muy friki, pero soy curioso e inquieto y, como mi decorado era una tienda de juguetes, fui el niño más feliz del rodaje.

En Venga, Juan es Víctor, el asistente incansable de Juan. ¿Cómo explica su adoración por él, cuando le deja tirado a las primeras de cambio? 

Yo lo definiría como una relación tóxica de manual. Desde fuera es muy obvio que tienes que alejarte de esa persona, pero desde dentro es difícil darse cuenta y la idolatras. Para Víctor, Juan es el ejemplo a seguir, su faro, porque tampoco creo que haya conocido otro mundo. 

La serie es valiente a la hora de retratar con mucho sarcasmo el lado oscuro de la política, la corrupción, los tejemanejes para conservar el poder, las puertas giratorias... 

La política tiene esa cosa de partida de ajedrez que, dependiendo de qué mano la maneje, se puede convertir en algo muy siniestro. Al final, el juego por querer ganar puede sacar lo peor de las personas. Hemos sido valientes, pero no creo que más que los telediarios de los últimos años en este país. Tampoco ha habido que indagar muchísimo para darse cuenta de los disparates que hemos vivido en la política en los últimos años.

La vida real les daría para muchas temporadas más de la serie. 

Hay un momento en la primera temporada, cuando Juan Carrasco y Recalde iban al colegio, que en una primera versión del guion chutaban un balón y Juan le estampaba un pelotazo en la cara a un niño. Decidieron quitarlo porque era demasiado. Y meses después Almeida, el alcalde de Madrid, fue a un colegio, chutó un penalti, se lo estrelló en la cara a un niño ¡y encima lo celebró! Así que, en ocasiones, la política nos ha superado.

Y luego está el Medina de Amar es para siempre. ¿Qué es lo que más admira de él? 

Medina es un tipo muy resolutivo. Y a mí me gustan ese tipo de personas que no se ahogan en los problemas, sino que piensan en las soluciones. Pero yo lo veo más como una cosa de la profesión. Lo bonito de rodar una serie diaria es la evolución tan grande que te ofrece el personaje, que nace en un sitio y acaba en otro completamente diferente. Puede llegar a ser agotador, pero es muy estimulante.

"'Amar es para siempre' ha sido el dinero más duro de ganar de toda mi carrera"

Y el callo que da una serie diaria. 

Al final es una obra de teatro constante porque hay un margen de error muy pequeño y se va muy deprisa. Pero hay gente implicada que lleva muchos años y sabe muy bien lo que tiene que hacer. Creo que es un producto en el que al actor le viene bien trabajar de vez en cuando por la inmediatez y las lecciones que te da para saber resolver... Es el dinero más duro de ganar que he conseguido en toda mi carrera, pero estoy muy orgulloso.

Se habló de una posible continuación de FoQ: el reencuentro. ¿Hay algo sobre la mesa? 

No está en nuestras manos. De momento no hay nada sobre la mesa pero nunca se sabe, y más en esta época de remakes y secuelas que vivimos. Todos nos dimos cuenta de que el reencuentro llegó en un momento adecuado, tanto profesional como humanamente, para que aprendiéramos a amar este producto que, al fin y al cabo, solo nos reportó cosas positivas. Aunque la repercusión que tuvo la serie fue algo difícil de gestionar con 20 años.

"La repercusión de 'FoQ' fue difícil de gestionar con 20 años"

¿Cómo lo gestionó usted? Porque su compañera Angy habló de los problemas de ansiedad que sufrió.

La clave fue no separarme de mi mundo real, de mi madre, de mi barrio, de mis amigos. Cuando volvía a casa era Adam y la gente me trataba igual que hasta entonces. También me ayudó que FoQ no me encontrara por casualidad. Empecé con 13 años y a los 15 cogía el metro y me iba a ver agentes hasta que me ficharon, porque tenía muy claro que quería dedicarme a esto. No perseguía fama y dinero. Aparte nunca he sido una persona con problemas de autoestima, con lo que toda esa repercusión no me volvió loco porque era una persona sana. Incluso cuando la burbuja estalló y por la calle dejaban de pedirme autógrafos, como no era algo que yo perseguía, no me tocó la autoestima ni me hundió.

Y al dejar la serie estuvo seis meses sin trabajar. 

Uno con 20 años tiene unos conceptos de la profesión un poco equivocados. Me fui porque no quería ser Gorka el resto de mi vida y pensaba que iba a tener 150 ofertas, pero esta industria no es así. Esos seis meses me vinieron bien porque me bajaron los humos y me hicieron recapacitar.