El Periódico Extremadura

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La cultura que nos viene

Segundas oportunidades siempre buenas

Cacereños miran libros en la Feria del Libro de Cáceres, ayer.

Sepan vuesas mercedes que ando, con mucho jolgorio y entre otros libros de distinta laya, leyendo el magnífico ‘Cervantes’ que se ha marcado Santiago Muñoz Machado y del que, cuando me preguntaron mis compañeros, lo único que pude decirles fue: «Es que Muñoz Machado escribe muy bien». Cómo habrá podido enjaretar tanto dato es algo que me pregunto a cada paso que doy, porque hay mucho de falso y mucho de cierto y mucho novelesco y acaso alguna exageración sin importancia, como sucede en todas las vidas pero acaso en algunas mucho más y bucear en Cervantes (el cuadro que conocemos con su cara, el retrato que todos tenemos en mente, es falso, para empezar) es complejo: qué era suyo y qué no en sus libros ha sido materia de estudio desde hace varias décadas. 

Mañana es 23 de abril. Se dice que el 23 de abril de 1616 murieron Cervantes, Shakespeare y el príncipe de los escritores del Nuevo Mundo, el Inca Garcilaso de la Vega, el que escribió: «decían los Indios que nunca hicieron delito que mereciese castigo público ni exemplar, porque la doctrina de sus padres, el exemplo de sus mayores y la voz común que eran hijos del sol, nacidos para enseñar y hacer bien a los demás, los tenia tan refrenados y ajustados, que más eran dechado de la república que escándalo de ella».

La perla

Las Jornadas Profesionales de la Música de Extremadura, la MUM, se celebra estos días en Mérida, con ‘showcases’ y conciertos. En varios espacios a cubierto, como el palacio de congresos, la Sala Trajano o el Centro Cultural Alcazaba, estarán Ladmiro, Paula Rubio, Alesandro D’Alesandro, Julien Elsie, Jorge Navarro y la Revolución Sonríe, Hombre Tigre y Erizonte este mismo viernes. Y mañana sábado, Javier Alcántara, Hermana Furia, Zéfinha, Suonno D’Ajere, Pablo Guerrero (en su gira de despedida de los escenarios, que viene con un disco precioso, ‘Y volvimos a abrazarnos’) y Acetre. Hay entrada libre, aunque se prima a los profesionales, porque se trata de una feria cuyo objetivo es exportar la música que se hace en nuestra región. Ojalá salgan muchos contratos.

Se celebra el Día del Libro, tras dos años un tanto raros, de suspensión de ferias y de ferias con mascarillas aunque atestadas de gente en las que compramos cómics, novela, poesía y ensayo por encima de nuestra esperanza de vida y pensamos en ciertos amigos cuando leemos algún título porque hay libros que sabemos que vamos a compartirlos con ellos o con los hermanos (o las parejas, quienes las tengan) y preguntamos a los que están lejos qué se han traído, lo mismo que cuando te dicen: «He estado en una librería preciosa» y te enseñan los títulos. Javier Cercas, Nieves Concostrina, Javier de Isusi, Ángel Martín y Ada Salas estarán en la Feria del Libro de Cáceres estos días y luego llegarán las de Mérida, Plasencia y Badajoz y en Villanueva de la Serena están inmersos ya en actividades.

Pero eso ya lo saben si están bien informados.

Podríamos hablar, por ejemplo, de cómo los gustos van cambiando y se van educando. Hace algunos añitos, una amiga mía escribió su primera novela romántica. Su seudónimo es Mariam Orazal y se la presenté en su pueblo. Fue la primera novela romántica que leí. De hecho, lo había intentado con las clásicas más clásicas: no sé cuántas veces he podido empezar ‘Orgullo y prejuicio’ o ‘Emma’. Y me decía: «Jane Austen me aburre». Tanto conde, tanto vizconde, tanto meñique levantado, tanta señorita que ha de comportarse como una dama de alta cuna y de baja cama, etc.

Luego llegó Fran. Fran es mi entrenador. Entreno en casa. Llego a las tres y cuarto de la tarde y a las cuatro y media me pongo, como un reloj. Y comencé a leer novela romántica porque, como todas son iguales (disculpen: son todas iguales, salvo honrosas -y escasas- excepciones), no me produce ningún dolor dejarlas, hacer deporte y luego dedicarme a otros libros más enjundiosos y dejar el de los vizcondes y los barones para el día siguiente. 

Así que me dije: «Vamos a darle otra oportunidad a Austen».

Madre.

Del 

Amor.

Hermoso.

Me pasé ‘Orgullo y prejuicio’ cloqueando, que es lo que una hace con los libros buenos: o cloquea o los cierra cada X páginas y dice: «Joder, joder, joder» (que es lo que hago con Gonzalo Hidalgo Bayal). Todavía me pregunto cómo no me pudo gustar la primera vez. No me lo explico. 

Hay lectores de varios tipos: yo soy de las que abandonan libros, de las que no subrayan, de las que leen varios a la vez y de las de releer mucho, sobre todo ciertos capítulos. 

Pablo Guerrero me contaba el otro día que la novela que más ha releído ha sido ‘Moby Dick’. Los lectores de ‘Moby Dick’ se dividen entre quienes se saltan el capítulo de los barcos y quienes se lo leen. O quienes se lo saltaron en su día y luego, como yo con Austen, pensaron en la idiotez que habían hecho.

Cada dos años, los tengo contados, repito por estas fechas algunos de los inicios más hermosos de la literatura. El de ‘Orgullo y prejuicio’ siempre ha estado: «Es una verdad universalmente reconocida que todo hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa». También el de ‘Moby Dick’: ‘Llamadme Ismael’. Podría copiar la carta que Lobezno les escribe a Jean Grey y Scott Summers el día de su boda, que es de mis textos favoritos, o el capítulo de ‘La Plaza Real’, de ‘Veinte años después’, que me sé de memoria y se me siguen poniendo los pelos de punta cuando Athos (que siempre será mi amor más intenso, prometo ante Dios que nos ve y nos oye en medio de la solemnidad de esta noche) le dice a Aramis: «Aramis, romped esa espada. Es menester. Lo mando». 

Me pasa muchas veces: cuando escribo bajo presión y queda bien, cuando leo ciertas frases, cuando veo ciertas escenas en medio de una sala de teatro, cuando veo cine o series o escucho un concierto. Esa taquicardia, esa humedad en los ojos, la sonrisa en la cara, olvidarse de respirar.

Esa euforia.  

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