No hay cura para el mal de amores. Siento meter el dedo en la llaga, pero no existe Nolotil capaz de anestesiar este dolor. Hay que tragarlo, digerirlo y matarlo. Y la mejor forma de hacerlo es poniendo a prueba ese músculo que aprieta el pecho con la fuerza de un huracán. Ay, la pena, qué mala es. Ay, el drama, qué bueno es. Maldecirlo todo no es la solución… aunque, oye, sienta de maravilla. En especial, cuando el alcohol salpica las venas. Y, por supuesto, cuando la música agita las emociones. Dicho esto, este texto es el mapa de un tesoro valiosísimo: una fórmula milagrosa para esos corazones que necesitan una lobotomía urgente. Buscamos la medicicanción perfecta para salir airosos de cualquier llorería. Y no, no es la de Lola Flores. Primera pista: el botín se encuentra en el Mad Cool.

En la tercera jornada del festival madrileño se juntaron, este viernes, 34 bandas y solistas. Es decir, 34 oportunidades para mandar la angustia a tomar viento. Pues esa es la mejor forma de empezar de cero: sin rencor, pero con experiencia. Phoebe Bridgers sabe bastante de ello. Para la artista californiana, la melancolía es casi una identidad. Aunque no en un sentido negativo: ella ha sabido gestionarla a base de ironía y, por qué no, riéndose de sí misma. "Prometo que no estoy enfadada, sólo es mi cara", gritó en Punisher, la canción que da título a su aclamado segundo álbum. Éste, que recibió cuatro nominaciones a los Grammy, es un recital de humildad. Y eso para cualquier patata magullada resulta puro bálsamo. En especial, cuando suenan Kyoto Motion Sickness, donde relata la relación con su padre y los estragos de su expareja. Enfundada en un traje negro y a golpe de melodías inquietantes, la joven de 27 años demostró anoche que estar triste no significa estar solo. Segunda pista.

Los mensajes subliminales no terminaron aquí. Los ingleses Only The Poets también ofrecieron su particular visión de una ruptura: “Es hora de cortar la cuerda” o “Estoy preparado para dejarte ir” fueron algunos de los versos que entonaron durante su intervención. Desde su constitución en 2017, la formación de Reading no ha parado de perfeccionar una fórmula que poco a poco ha ido ganando adeptos: cantarle al amor desde la rebeldía. Así se percibió en temas como You Can Do Magic Looking At You, en los que se intuyen licencias propias de Oasis o Blur. Tan enérgicos como tiernos, Tommy y compañía consiguieron que los pies dolieran más que el pecho. Un punto a su favor. Pista tres.

La cuarta viene de la mano de Spielbergs, un trío noruego cercano a Beach Slang y Japandroids. Canallas hasta la médula, Mads, Stien y Christian electrizaron la velada al mismo tiempo que disparaban nuestras pulsaciones. Ellos saben bien donde apuntar: lo suyo son las guitarras afiladas y el furor desmedido, dos virtudes que acentuaron a medida que avanzaba el concierto. Esa entrega es lo que más agradeció el público que visitó Valdebebas, donde se está celebrando esta quinta edición. Tras un trienio en este emplazamiento, en 2023 se mudará de nuevo: vuelve a Villaverde, pero no a la Caja Mágica que lo vio nacer. Se situará en unos terrenos próximos al polígono de Marconi, una ubicación con la que esperan aplacar las frecuentes quejas de los vecinos.

Jamie Cullum, en el Mad Cool.

Desacomplejadas Haim

Uno de los platos fuertes llegó con Haim. No hay nadie como estas tres hermanas de Los Ángeles para hablarnos del amor. Ellas sí que saben de corazones rotos y manos temblorosas. Divertidas y desacomplejadas, demostraron sobre el escenario que su meteórica escalada es justicia absoluta. A través de su ingeniosa mezcla entre el R&B de Keith Sweat y el rock de Fleetwood Mac, la banda levantó a una multitud entonces a medio gas e incluso sedujo a algún que otro despistado en el bolo que ofrecía Jamie Cullum a la par. Magistrales de principio a fin. Que sí, que escuchar eso de "te daré todo el amor que nunca te di antes de dejarte ir" (en Want You Back) no es lo mejor para superar una separación… pero, bueno, una lágrima puntual tampoco sienta mal. Quinta pista. En cualquier caso, ganaron el título a lo más placentero del cartel. Y eso que el sonido no jugó del todo a su favor.

Sin necesidad de eyeliner ni camisetas estampadas, Este, Alana y Danielle se mostraron seguras y dispuestas a reventar el recinto. Pura norepinefrina en vena. Sólo ellas fueron capaces de hacernos bailar con los ojos brillosos. Sin embargo, también hay que destacar la intentona de Goodbye June. Guitarras y Bourbon se dieron cita en una propuesta que reunió garra y pedigrí desde el primer segundo. Procedentes de Nashville, el grupo liderado por Landon Milbourn sacó su artillería pesada con temas explosivos como Step Aside Three Chords. Una bomba de relojería.

Haim, en el Mad Cool. EFE

Los besos de MØ

Siguiendo esta estela se presentaron The War On Drugs. Los filadelfianos siempre producen sentimientos encontrados: recuerdan a Bruce Springsteen, Tom Petty o The National, aunque con un puntito bribón que permite reconocerles debidamente. Esto, generalmente, provoca que unos los destierren por casi impostores y otros los amen por parecerse a sus ídolos. La realidad es que ninguna de las dos opciones tuvo cabida anoche: tocaron un cancionero con sello propio que, con el paso del tiempo, se ha vuelto menos denso. En sus primeros elepés, la banda de Adam Granduciel quiso ser tan ambiciosa que terminó difuminada entre tanto buen rockero. La gran noticia es que han logrado evolucionar hacia temas más accesibles que, si bien siguen tomando referencias ajenas, han despuntado como nunca. El mejor ejemplo es el disco que presentan ahora: I Don’t Live Here Anymore.

Con una complicidad única, actuaron ante un gallinero dispuesto a ser reconquistado. En el sentido musical, no en el otro. Para el amoroso, mejor tirar de tiritas. Pista seis. O bien de alguna composición de la danesa . Posiblemente, el nombre no termine de decirles mucho, pero la artista protagonizó un hito único en 2015 junto a Major Lazer: su Lean on se coronó como la canción más escuchada de la historia de Spotify. En ella, dice lo siguiente: "Lanza un beso, dispara un arma. Todos necesitamos alguien en quien apoyarnos". Ajam. Así que ella se lo tomó al pie de la letra y, desde arriba, animó a la tropa a sentirse respaldada por ella misma. Ante las desavenencias del amor, lo mejor es… ¡gritaaaaaaaaaar!

Incubus, en el Mad Cool.

El tornado Muse

A pesar de las virtudes señaladas, todos los ojos estaban puestos sobre un nombre: Muse. Tras 28 años en activo, poco nuevo se puede decir de Matt Bellamy, Christopher Wolstenholme y Dominic Howard. Son una apuesta segura en cualquier festival. Ellos vienen, revolucionan a la masa y se van. Efecto inmediato. A la espera de la publicación de su noveno álbum, el grupo recuperó algunos de los himnos que han marcado su carrera. Sin olvidar los adelantos de este nuevo elepé, como Compliance Will Of The People, donde tontean con el glam rock que abanderaron David Bowie, Alice Cooper, Brian Eno, Sparks, Lou Reed…

Desplegaron todos sus encantos sobre las tablas. Incluidos los más visuales. Pues la formación de Devon lleva décadas cuidando hasta el extremo sus puestas en escena. Llegando a veces a ensombrecer la parte musical. Un error, pues el derroche vocal de Bellami resulta arrollador. Entre falsetes, agudos y requiebros se movió durante la velada. No obstante, la euforia no hizo acto de presencia hasta que sonó Time Is Running Out, momento en el que el intérprete se hizo con el público. A partir de ahí, todo fueron éxitos: MadnessUprisingStarlightPlug In Baby… Orfebrería rock tan precisa como para abrir en dos el suelo de Madrid. Y el pecho. Pues aquí de lo que se trata es de lavar el alma. Ya saben… por el bien de uno mismo. Última pista.