El Periódico Extremadura

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Festival de Teatro de Mérida. Estreno de 'El aroma de Roma'

El primer musical de gladiadores de la historia

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El Aroma de Roma: Festival de Teatro Clásico de Mérida

Bienvenidos al primer musical de gladiadores de la historia. Los hay de romanos, cómo no referirnos a A funny thing happened on the way to the forum, que aquí traducimos siempre como Golfus de Roma (de las traducciones de los títulos de las obras se han escrito cientos de artículos). 

Deben pensar que soy débil mental. Que pueden callarme o manipularme. En el Senado estoy visto muy mal. Están deseando poder derrocarme. Eso lo canta Nerón, Jaime Figueroa, que es mago y ventrílocuo (busquen vídeos suyos en YouTube, que van a pasar un rato maravilloso). 

Qué pinta un mago aquí, dirán. Pues bien: el director del musical es Woody Aragón, uno de los mejores cartómagos del mundo, que adora los musicales y, como ha de viajar mucho por trabajo, se planta en Broadway (es una calle de Nueva York, diagonal en medio de una cuadrícula, con muchos de los mejores teatros del mundo) y se los conoce todos. Le encanta Alan Menken, el compositor de las bandas sonoras de películas de Disney como 'La sirenita', 'Pocahontas' o 'La bella y la bestia'.

También le gustan, y lo dice bajito y azorado, los superhéroes de Marvel. Me lo dice en una entrevista y le miro: «Sin vergüenza ninguna. Hemos crecido con 'La patrulla X' y 'Los Vengadores'». Y 'Spiderman', 'Capa y Puñal', 'Los nuevos mutantes', 'Batman' -que es de DC, pero qué más da- y 'Los 4 fantásticos' y 'Superboxers'. Me sé «Dios ama, el hombre mata» de memoria. «Mi gata se llama Ororo», le cuento: «Ah, entonces estoy en casa». Ororo es Ororo Munroe, la mutante Tormenta que domina el clima y a fe mía que el animalito hace honor a su nombre. 

Si alguien me dice que le gustan los cómics, gana puntos. Muchos. Y si tiene amigos de toda la vida con los que quiere trabajar (los gemelos Santiago y Fernando Lancha: uno ha hecho el libreto, el otro las letras de las canciones), también. Hay quienes fundaron revistas de cómics, hay quienes montaron grupos de música. Eran adolescentes y todo estaba por hacer. Así que siguieron trabajando juntos y, oye, por qué no hacemos un musical. De gladiadores. 

Les pareció bueno y comenzaron a llamar a actores para que se sumaran al proyecto y los actores se entusiasmaron y se lo creyeron más. De ahí a Mérida, a llamar a Jesús Cimarro y que él dijera que tenía que ver algo para dar el visto bueno: ya saben, un mago que no ha dirigido teatro en la vida quiere estrenar en el mejor escenario del país. 

Pues estrenó.

Y todos salimos del ensayo cantando: «Es el aroma de Roma, intimidante, terrible y arrollador. Es el aroma de Roma, exhuberante, sensible y embriagador. Vivimos en palacios y villas, tenemos baños y alcantarillas. Tenemos un montón de provincias: más que un imperio, es una franquicia» y acordándonos de que sí, para fundar una gran civilización, uno de ha de tener eunucos y esclavos. 

«Si no eres patricio, te saca de quicio el aroma de Roma. La vida apesta si eres esclavo. Al menos tú conservas tu rabo. Si no eres ciudadano romano, no vales más que un triste gusano». 

La historia es simple. Cayo es un bailarín de stripper en bacanales de soltera que quiere ser bailarín serio

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Lo del rabo lo dicen los castrados, obviamente. Los demás están sufriendo, penando y cerrando la boca, sin poder escapar de destino alguno. 

Al lío. La historia es simple. Cayo (Leo Rivera, que canta muy bien, actúa muy bien y, además, es un encanto de hombre) es un bailarín de stripper en bacanales de soltera y lo que quiere es ser saltator, es decir, bailarín serio. A ver, serios exactamente no eran, porque no estaban bien considerados socialmente a causa de los contoneos y se les situaba en escalones inferiores a los de otros artistas, pero él quiere bailar. Con decoro o sin él. 

Hago un inciso para copiar lo que decía Macrobio en las Saturnales: «Cuando alguien me contaba estas cosas, no podía imaginar que hombres nobles se las enseñaran a sus hijos; pero cuando me llevaron a la escuela de baile, vi en ese lugar a más de cincuenta chicos y chicas y, entre ellos -y esto es lo que más pena me hizo sentir por la República- a un niño con la bula, de no más de doce años, hijo de un candidato, bailar con los crótalos una danza que no habría podido bailar con decoro ni un esclavo impúdico».

Así escandalizaban los saltatores y saltatrices a los hombres de bien. Nada nuevo bajo el sol.

Sigamos: Cayo se cuela en una bacanal de Nerón, porque piensa que, si el emperador le ve, aplaudirá su arte. Sale mal. Así que tiene que huir de Nerón (Jaime Figueroa) y acaba en la academia de gladiadores de Pisón (Agustín Jiménez: no necesita presentación, es de la tierra y hace bandera y que dice cosas como que es un gran musical y que entra dentro de la bufa, que luego devendría en la commedia dell’arte y se para porque piensa que está dando una conferencia, pero es un gusto oírle hablar: «Es una obra -aquí va el titular, atentos: es una obra, es un gran musical que condena la violencia en todas sus formas y celebra el arte en todas sus expresiones».

Y sí: ese era el titular. Y luego dijo: «Si los historiadores escriben Historia, los bardos, la gente del mundo del espectáculo, hace épica».

Cantamos: «Es el aroma de Roma…».  

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