la cultura que nos viene

La delicadeza y el buen gusto

La delicadeza y el buen gusto

La delicadeza y el buen gusto / DUNAI PEDROUZO

«Tú sabes que Josu de Solaun va a hacer lo que le dé la gana, ¿no?». Se lo escribí a Álvaro Albiach, que dirige a la Orquesta de Extremadura esta tarde, a las ocho, en Villanueva de la Serena. Y se lo dije con toda la admiración del mundo, porque ver a Josu de Solaun enfrente de un piano es una experiencia inenarrable. No puedes apartar la mirada de él, de su cuerpo y de sus manos en todo el concierto, mientras de los dedos (y de la cabeza) va saliendo Música. La mayúscula la escribo con toda intención. De lo que va a interpretar, el Concierto para piano número 3 en re menor de Rachmaninov, normalmente se dice que es la obra más difícil para su instrumento, pero él no está de acuerdo con eso (»para un músico todo es difícil») y, además, dice: «Antes que nada, es una partitura bellísima, llena de lirismo, llena de humor también: tiene mucho humor, tiene momentos litúrgicos, casi proféticos; tiene momentos impresionistas y casi de danza de cosacos y ancestral y ritualista...».

Y así, haciendo música, llegaremos a Hindemith y sus Danzas sinfónicas. Otro al que le han puesto todas las etiquetas del mundo. En ‘Scherzo’, Norman Lebrecht decía: «Hindemith es una casa sin puertas». Y añadía: «El gran compositor alemán, que luchó en la Primera Guerra y fue exiliado por Hitler, se preocupó por la interpretación de alto y bajo nivel, escribiendo para los grandes escenarios y para las salas de estar domésticas. Cuando me preguntan «¿qué obra de Hindemith debería escuchar en primer lugar?», no encuentro respuesta». Para Albiach, «su escritura sigue siendo muy formal, en cuanto a la estructura». Y se para un momento antes de decir: «Es... Hindemith es Hindemith».

Hay quien es inclasificable, por más que pueda (o no) insertarse en una tradición. Estoy pensando en Carson McCullers, de quien estuve charlando ayer con la traductora del candidato al National Book Award de No Ficción ‘Mi autobiografía de Carson McCullers y yo’, que ha escrito Jenn Shapland. Fíjense en el juego de palabras ‘Mi autobiografía de’, cuando, por definición, ha de escribirla una misma. Una de las labores más importantes del feminismo es hacer genealogía, sacar a la luz a las autoras que el canon universal (es decir, masculino) ha dejado de lado, que la historia no menciona. Y ponerlas en su lugar, también. Porque siempre ha habido esfuerzos ímprobos en las academias para dejar bien claro que no había nada que demostrara que McCullers amó a mujeres... cuando lo decía ella misma, por ejemplo, en «Iluminación y fulgor nocturno». Qué ímpetu, el heteropatriarcado, oigan. Es como el capitalismo, del que un amigo mío dice que le flipa (usa esa exacta palabra, que no es lo mismo que ‘asombrar’, aunque se le parezca) la capacidad que tiene de resurgir de sus cenizas en cada crisis de formas más salvajes y más excluyentes.

Podemos seguir hablando de personas y palabras importantes. De Manolo Caracol, por ejemplo, a quien se homenajea en el espectáculo ‘Cincuenta años de Manolo Caracol’, que se podrá ver a las nueve de esta noche en el Teatro López de Ayala. Participan José y Jerónimo Maya, Pablo Suárez, Pechuguita, Paulo Molina, David Moreira, Ostalinda Suárez, Esther Rodríguez Viñuelas y Josué Suárez. Lo dirige la nieta del legendario cantaor, Salomé Pavón Ortega, que ha buscado «exponer el más tradicional y ortodoxo flamenco refrescándolo con los tiempos actuales».

Pero, si hay algo que queremos destacar hoy también es el estreno, en La Nave del Duende de Casar de Cáceres (a las ocho de esta tarde), de ‘El pozo de los mil demonios’, de Karlik Danza. Una coproducción con la Junta y con, atención, el Teatro Español, porque Natalia Menéndez (su directora) llamó a Cristina Silveira para unas lecturas dramatizadas y quedó tan impresionada por su trabajo («uno de estos regalos que te trae la vida cuando llevas treinta años de profesión») que le dijo: «Queremos coproducir el próximo espectáculo que hagáis para público infantil». Cristina Silveira se había enamorado de la obra de la mexicana Maribel Carrasco y planteó una propuesta que juega con el blanco y negro y el color y que habla de la sequía (Félix Méndez hizo fotos de embalses extremeños en verano), de la naturaleza, de la identidad cultural y del agua como dador de vida. Una especie de ‘Alicia en el país de las maravillas’, pero pasado por el tamiz mexicano.

Otras citas importantes: el 3 y el 4 de diciembre, el Dúo Calíope actuará en Valencia de las Torres y Tamurejo con un programa titulado ‘Une soirée française’ (Una velada francesa): «Desde las obras más conocidas de Debussy o Ravel hasta piezas menos conocidas compuestas especialmente para flauta y guitarra como ‘Perpetuos’ de Poulenc y ‘Tres piezas’ de Bozza. El programa lo completan obras de Francis Kleynjans, Jacques Ibert, Gabriel Fauré y François Borne».

Todo un dechado de delicadeza y buen gusto este fin de semana. Y se nos han quedado infinitas propuestas en el tintero, porque a veces 5033 caracteres no son suficientes para abarcar el crisol de actividades que hay últimamente. Y menos mal.

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