Siglos antes de que el rey Qin se convirtiese en el primer emperador de China, en el año 221 antes de Cristo, la creencia en otra vida más allá de la muerte ya estaba extendida por todo el territorio. Eso suponía, para los más pudientes, llevar a la tumba todo lo que necesitaban para garantizar su supervivencia. Desde alimentos a recipientes para cocinar. También animales, esclavos y concubinas a los que se sacrificaba para ser enterrados junto a su amo.

Cuando Qin llegó al poder, la creencia no decayó, pero sí introdujo un sutil cambio, que fue sustituir elementos de la realidad por representaciones cerámicas. "Así podemos empezar a entender qué son los guerreros de terracota y por qué fueron creados".

Marcos Martinón-Torres, catedrático de la Universidad de Cambridge, lo explica en el MARQ, recorriendo junto al presidente de la Diputación, Carlos Mazón, la exposición El legado de las dinastías Qin y Han. Los guerreros de Xian, que hoy abrirá sus puertas en el MARQ.

Una muestra "única", con más de 120 piezas de 9 museos chinos, "que se presenta por primera vez en el mundo" y que "nunca se ha visto como está aquí".

Y no solo por los siete guerreros y un caballo originales que se muestran o porque sea la primera vez en casi una década que se ven en España o porque sea la primera ocasión en la que estos soldados salen de Xian desde 2018. "Hemos querido hacer un discurso complementario desde la ciencia y además de hablar de arqueología y de historia lo que hay en esta exposición es mucha ciencia".

Los famosos guerreros de Xian, de los que se han excavado 1.500 de los 8.000 que se estima que existen en la fosa -que supuso retirar tierra equivalente a 5.000 camiones-, no son más que un elemento "accesorio" que se encuentra en la entrada del mausoleo del emperador Qin, construido en una superficie de 100 kilómetros cuadrados. "Es una auténtica ciudad que se construyó para vivir en el más allá, quizá en poco más de diez años, con palacios, canales de aves acuáticas, acróbatas, la pirámide con la tumba del emperador de 60 metros de altura, que está sin excavar, y en la entrada está el ejército de terracota para defenderle".

Estos guerreros son el centro de la exposición del MARQ, pero recorre 1.000 años de la historia de China, desde varios siglos antes del emperador hasta varios siglos después, para entender un poco mejor el contexto, el cuándo, el cómo y el porqué de los guerreros», apunta el comisario.

Un recorrido por las tres salas

Las tres salas temporales del museo alicantino viajan en el tiempo a través de piezas históricas, pero también de diferentes músicas y olores. "La sala 1 huele a cerezo y arroz; la sala 2, a incienso, y la sala 3, a flor de loto y te. Y no es para que huela bien, es para que huela a lo que olía entonces". También hay numerosos recursos didácticos y accesibles.

La primera sala se centra en la China antes de la unificación, desde el año 700 antes de Cristo hasta que se crea el imperio en el 221. "Hay piezas espectaculares como campanas, porque el sonido y la música tenían mucha importancia en su mundo ritual, o botellas y elementos arquitectónicos". 

También recoge lo que supuso la unificación en un territorio con diferentes culturas, idiomas, escritura y religiones. De ahí que se muestren diferentes tipos de monedas, la moneda que se instauró, lámparas, incensarios o cinturones.

La sala se cierra con la réplica de una de las diez piedras que aparecieron en el imperio Tang, ya en el siglo séptimo de nuestra era, "que es posiblemente la inscripción más antigua que recoge la forma de escribir que se estandarizó en el periodo Qin". Esta es la única pieza que no es original junto a los dos carros, que pesan 1.200 kilos y están compuestos de 3.000 piezas, que por ley no pueden salir de China.

Vista de la sala 1 de la exposición en el MARQ. ALEX DOMINGUEZ

La segunda sala se acerca "al mundo de los muertos", que es el lugar de los guerreros. "Estos objetos no fueron creados para ser compartidos con nosotros, así que tenemos que ser conscientes del privilegio que supone ver esto aquí".

En este espacio se explica cómo se hacían los guerreros. Los modelos, las materias primas, las fases de producción, los tipos de pigmentos y minerales, cómo se modela la arcilla, cómo se laca y se pinta. Un dato que se apunta en este apartado es que para pintar una de estas figuras se necesitaban la laca de 25 árboles. También se ha instalado un videomapping en el que sobre uno de estos soldados de terracota (réplica) se proyecta cómo era su aspecto coloreado original.

"Al principio se suponía que se construían en una especie de cadena de ensamblaje por piezas, pero hemos demostrado que no es así, sino que había distintas células de producción, cada una de ellas autónoma, que producían los guerreros enteros, que luego en remesas llevaban a la tumba".

Entradas y visitas guiadas

Las entradas para la exposición -abierta hasta enero de 2024-, se pueden comprar en la web y tienen un precio de 5 euros en visita libre y 8, guiada. Las visitas guiadas, para 25 personas, son cada media hora, entre las 10 y las 18. El MARQ abre de martes a sábado de 10 a 19 horas y domingos y festivos, de 10 a 14. A partir del 15 de junio, será de 10 a 22 horas. 

Los soldados, en la tercera sala

El encuentro con los guerreros y el caballo -con un peso de 200 y 350 kilos, respectivamente- llega en la tercera sala, donde aparecen dentro de cápsulas circulares que les da un aire futurista, como elevados del suelo, en un viaje del pasado al presente. "Una vez explicada la historia, este es el momento de que cada uno vea los guerreros como quiera", destaca Marcos Martinón-Torres. 

Todos son diferentes entre ellos. Desde los rasgos, a la vestimenta, la ornamentación, el peinado y la postura. Y a ellos se unen dos figuras más de terracota: la de un ayudante de caballeriza y la de un pescador.

Algunos de los guerreros, tal como se exponen en el MARQ. ALEX DOMINGUEZ

También otros guerreros, mucho menos conocidos, de la dinastía Han, "dos o tres generaciones después del primer emperador". Quiso igualmente enterrarse con sus guerreros de terracota, en este caso mucho más pequeños, que aparecen desnudos porque llevaban ropa de verdad y sin brazos porque eran articulados de madera

Y en esta última sala, In memoriam, un recuerdo a los que hicieron esos guerreros patrimonio de la Humanidad. "Lo hicieron decenas de miles de trabajadores, en su mayoría anónimos y forzados, como esclavos, convictos o prisioneros". De 18 de ellos se conocen los nombres porque "alguien se molestó en escribirlos en una teja cerámica -una de ellas se ve en la exposición- y hemos querido hacerles un homenaje para dar visibilidad a los invisibles, sin los que la historia no se escribiría".