Obituario

Muere a los 71 años el compositor japonés Ryuichi Sakamoto

Sakamoto fue uno de los creadores japoneses más internacionales de su tiempo, un gran experimentador que revolucionó el pop y la música de concierto y que compuso importantes bandas sonoras

Muere el músico japonés Ryuichi Sakamoto, compositor de grandes bandas sonoras.

Agencia ATLAS | Foto: Reuters

Jacobo de Arce

El compositor japonés Ryuchi Sakamotouno de los grandes visionarios de la música de las últimas décadas, experimentador en diversos estilos y autor de bandas sonoras inolvidables, falleció el pasado 28 de marzo a los 71 años, según comunicaron sus representantes este domingo. La muerte del artista era una noticia, desafortunadamente, esperada. Él mismo había contado recientemente que padecía un cáncer colorectal en un estado muy avanzado que solamente podía desembocar en la muerte, y a este proceso dedicó su último trabajo discográfico, 12, publicado hace un par de meses y una especie de diario musical de esta última etapa de su vida en el que fue plasmando sus diferentes estados de ánimo.

"Mientras se encontraba en tratamiento para el cáncer descubierto en junio de 2020, Sakamoto siguió creando trabajos siempre que su salud lo permitía. Vivió con la música hasta el final", ha señalado su agencia, commmons, en el comunicado con el que ha hecho pública su muerte en Twitter.

Formado como pianista con un pie en la tradición japonesa y con otro en la música clásica, con Debussy Ravel como principales referentes, Sakamoto fue uno de los fundadores a finales de los años 70 de la Yellow Magic Orchestra, formación que abrió nuevos caminos al pop y que está en el origen de diversos estilos de la música electrónica. En 1978 publicó su primer disco en solitario, Thousand Knives of Ryuchi Sakamoto, donde ahondaba en la música tradicional de su país y continuaba experimentando con la electrónica mientras abría la puerta al que habría de ser el estilo por el que acabaría siendo más reconocido, el minimalismo que después desplegaría en un sinfín de composiciones de aroma neoclásico y también en las bandas sonoras que acabarían por convertirlo en un compositor de fama mundial. La primera de ellas fue Feliz Navidad Mr. Lawrence (1983), una película dirigida por su compatriota Nagisha Oshima, y a estas seguirían otras como El último emperador (1987), tque hizo en colaboración con David Byrne y que les valdría un OscarEl cielo protector (1990) o El renacido (2015). Para Pedro Almodóvar escribió la partitura de Tacones lejanos (1991), aunque ninguno de los dos quedó satisfecho con su trabajo.

En 1992, Sakamoto compuso una pieza, El mar Mediterrani, para la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Desde sus estudios universitarios, el japonés era un profundo conocedor no solamente de la tradición musical nipona, sino también de diferentes músicas del mundo, estando durante algunos años muy cercano a la brasileña. Colaboró con músicos de estilos y procedencias variadas como Caetano VelosoIggy PopYoussou N’Dour o Bill Laswell. Con otro gran innovador musical, David Bowie, coincidió en el rodaje de Feliz Navidad Mr Lawrence, una de las películas en las que Sakamoto también se desempeñó como actor. Años más tarde se arrepentiría de no haber fomentando más la amistad con él. También hizo la música de diferentes videojuegos, y fue un artista comprometido en el activismo antinuclear y contra las leyes que defienden el copyright.

Sakamoto ya había padecido hace unos años otro cáncer, en este caso de laringe, del que se había recuperado, y del que daba cuenta en un documental sobre su carrera, Coda, que se puede ver en Filmin. Artista de carácter reservado y extremadamente perfeccionista, hace unos años se hizo célebre la anécdota de que, disgustado por la música que sonaba de fondo en su restaurante japonés favorito de Nueva York, donde vivía, se ofreció a hacer una lista de reproducción que armonizase con su oferta culinaria. El exquisito autor de bandas sonoras, el artista que puso música a una cierta concepción de la modernidad siempre a caballo entre la tradición y la vanguardia, no podía evitar hacerlo hasta para el más profano de los espacios que frecuentaba.