El Barça tiene a Messi y a Suárez. Pero tiene un serio problema de gol. Lo tiene claramente detectado. Es tan evidente que no lo puede ocultar. Es un problema grave y, al mismo tiempo, inusual porque si algo caracterizaba al equipo azulgrana es su contundencia. Tiene, o tenía, la puntería suficiente para gobernar los partidos. Tenía hasta que ha entrado en el febrero negro que le ha hecho ofuscarse porque no halla la solución a ese defecto estructural, que ha condicionado el rendimiento. Y todo queda retratado en la frustración que sacude a Luis Suárez, un delantero angustiado porque no se reconoce a sí mismo. El equipo lo necesita. Y él ya estuvo al frente del Barça, liderándolo en ausencia de Leo tras su lesión en el codo. Ahora no está. Los azulgranas han marcado cuatro tantos, y dos de ellos fueron de penalti, en cinco partidos. Cifras míseras que ilustran la verdadera magnitud de la peor racha de ineficacia firmada por el Barça de Valverde. Peor incluso que la dibujada en octubre y noviembre del 2018 cuando anotó seis goles en cinco encuentros, incluyendo también dos empates.