Juan Luis Villalba acaba de regresar a Monesterio tras participar en una de las pruebas ciclistas más duras del mundo: la Titán Desert, sobre una distancia de 600 kilómetros por los paisajes más extremos del planeta: interminables llanuras, prolongadas dunas, e impresionantes montañas en el desierto de Marruecos.

Villalba ha realizado esta proeza, como «reto y superación personal», pero sobre todo, con el objetivo de «dar visibilidad a la Fundación Josep Carreras y promover la donación de médula ósea», y para ofrecer «esperanza e ilusión» a todas aquellas familias que luchan contra la leucemia, tras vivir en primera persona la dura y triste experiencia del fallecimiento de su pequeña Irene, a causa de esta enfermedad. «Algo único, irrepetible, inimaginable y muy gratificante», así califica el ciclista monesteriense su participación en esta competición, en la que la orientación y la resistencia, se hacen fundamentales para conseguir cubrir las seis etapas, --más de 100 kilómetros cada una--, a las que se enfrentan los corredores.

Si lo más duro han sido las extremas temperaturas, por momentos superiores a los 50 grados; a lo que sumar la dificultad orográfica de los recorridos, Juan Luís; --que a punto estuvo de tirar la toalla en alguna ocasión--; se queda con lo más gratificante, que sin duda, ha sido «llegar a la meta» y «conseguir transmitir el mensaje solidario» objeto de esta gesta. También se queda con la «convivencia entre participantes», que acaba creando vínculos de amistad y solidaridad difícilmente imaginables.

Más allá de la prueba deportiva en sí, vuelve «impactado», tanto por la dureza del desierto, como por la «despoblación y la extrema pobreza» de los moradores. «Puedes recorrer etapas de más de 130 kilómetros por lugares inhóspitos sin ver a una sola persona», explica Juan Luis.