«Es imposible que ese chico tenga 14 años. Imposible. ¿Pero le has visto? Tiene más canas que tú y que yo, tío». Es el comentario que tiene que aguantar a diario, pero raramente a la cara, Fofana Lassena Mamady, jugador del equipo cadete ‘A’ del San Antonio Cáceres. Nacido en Mali, uno de esos países que el español medio no sabe situar en el mapa de África, su físico impresiona para ser apenas un adolescente: está en el 1,96 de estatura, es coordinado y musculado y domina los partidos a su antojo, casi con una mano. Sus papeles dicen que vino al mundo en Koulikoro el 10 de octubre de 2005. ¿Quién lo sabe? Pero mirándole a los ojos, escuchándole, desde luego no es un adulto. Tiene cara y sonrisa de crío. «Estoy muy feliz aquí», repite una y otra vez en la primera entrevista de su vida.

De padre albañil y madre vendedora ambulante, Fofana vive toda una aventura en Cáceres desde hace un año, cuando llegó directamente desde su país jugando todavía en categoría infantil, donde abusaba partido tras partido. Fue acogido en la residencia de jugadores de la cantera del Cáceres Patrimonio, enclavada en el colegio San Antonio. Con lógica aplastante, el senegalés Vieux Kasse, jugador del Torta del Casar y que vive en ella desde 2016, le acogió como mentor.

«Me recuerda a mí cuando vine aquí. Es muy difícil trasladarse a otro país tan joven. Echas de menos a tus padres y tus amigos. Vienes con mucha ilusión porque haces lo que te gusta en un país donde hay mucho más nivel», dice Kasse, de 19 años y que, tras terminar el Bachillerato estudia un módulo de Formación Profesional. Tímido, Fofana confirma con un español que todavía tiene que mejorar. «Entiendo mejor que lo hablo. Al principio me costó mucho el idioma. Ahora lo llevo mejor. La gente me ayuda mucho», cuenta. De Koulikoro solo se ha hablado en España cuando en febrero de este año unos militares en misión de paz evitaron un atentado yihadista.

A poco de llegar tuvo problemas mucho más serios que el idioma. Hubo algún tipo de problema con su vacunación porque tuvo que ser ingresado con fuertes fiebres que apuntaban a que había desarrollado la malaria. Había que aislarle para que no generase toda una epidemia. Pero tras varios días de hospitalización, todo se solucionó. «Fue muy difícil. Me puse muy enfermo», recuerda. Otra cuestión de complicada adaptación fue la comida: se ‘hinchó’ demasiado, pero este curso se le está cuidando mucho más en ese aspecto. Eso no evita que eche muchísimo de menos cómo cocina su madre.

Cuestión de genética

No parece importarle nada que se especule con su edad. «Es tan alto y tan fuerte por motivos genéticos», sostiene Kasse. «Mis padres son muy grandes», señala Fofana, ajeno aparentemente a todo lo que no sea baloncesto e intentar mejorar en los estudios. «Es un chico muy trabajador, muy serio», tercia Raúl Trapote, responsable de la residencia. «Espero que a Fofana le vaya como a mí. Me han formado, me lo han enseñado todo. A él le digo siempre que tiene que aprovechar esta oportunidad, que haga caso a sus profesores y a sus tutores. La vida es muy larga», apunta Kasse, que llegó a debutar con el Cáceres hace dos temporadas.

El chico defenderá por primera vez los colores de Extremadura dentro de algunas semanas en el Campeonato de España de selecciones autonómicas y no regresará a casa por Navidad para reencontrase con sus padres y sus dos hermanos, con los que hacevideollamadas de Whatsapp casi a diario. Pese a ser de primer año, se prevé fundamental en el combinado extremeño cadete, junto con el almendralejense Javier Pinilla, del Guadalupe pacense, porque cuando le llega el balón cerca de la canasta es difícil que no sume dos puntos. «Si sigue así, puede ser una estrella. Lo que hace en la pista es extraordinario», vaticina Kasse. «¡Me gustaría mucho!», exclama Fofana, «ilusionado» con jugar de verde, blanco y negro. La realidad es que la competición regional, con oponentes que pocas veces le llegan al hombro, se le va quedando pequeña. Coordinado y potente, además de alto, todo el mundo en el basket de base habla sobre él.

Jugar con los mayores

En el horizonte está defender los colores del Cáceres Patrimonio de la Humanidad, a cuyos partidos suele acudir con entusiasmo. «Me gusta mucho cómo juega el equipo y el trabajo de Roberto Blanco [el entrenador]. A ver si pronto puedo entrenar y hasta jugar con ellos. Mejoras más cuando te enfrentas a gente mayor que tú», opina.

Aparte de masacrar el aro del rival, sus preocupaciones son las de un ‘teen’ medio, incluyendo las chicas, aunque se descompone cuando se le saca el tema. «He hecho buenos amigos aquí», se defiende. Eso sí: cuesta que se duerma por las noches. Demasiada siesta después de comer. Y no le gusta un pelo que le hagan análisis. «Es que me van a dejar sin sangre», bromea.

Fofana adora a Vieux, uno de sus grandes apoyos en el año que lleva en Cáceres. «Es muy inteligente y muy gracioso. Cuando jugamos uno contra otro me divierto mucho. A veces le gano», cuenta. Pero la charla tiene que terminar: toca estudio y luego entrenamiento. El futuro, por mucho que se sea un crío gigante, no se va a conquistar sin esfuerzo.