Carla Arce, más ya una realidad que una promesa del atletismo extremeño, vive estos días en su casa de Villanueva la Serena mezclando su clásico carácter alegre con un fatalismo inevitable. «¡Qué mala suerte estoy teniendo este año!», exclama.

Sí. Su participar racha negra empezó hace apenas un mes, cuando una molesta lesión en el muslo le impidió aspirar al podio sub-23 en el Campeonato de España de cross, disputado en Zaragoza.

Y luego llegó el coronavirus. Y el confinamiento. Y que su temporada al aire libre vaya a peligrar, ahora que iba a dar el salto a los 10.000 metros. Y que, examinándose de la EBAU --la selectividad de los viejunos-- no tenga ni idea de lo que va a pasar con los estudios universitarios que quiere emprender en Madrid dentro de unos meses. Y, por último y quizás principal, que su viaje veraniego de un mes a Brasil para visitar a su madre y al resto de su familia, a quienes no ve desde hace casi 7 años, se esté viendo seriamente comprometido ya. Una cascada perversa.

Todo el mundo encara su pequeño-gran drama con la pandemia. Y una chica que cumplirá 20 años en el próximo 22 de junio --¿logrará celebrarlo en la calle?-- tiene motivos para quejarse, empezando con las dificultades para entrenar.

«Lo bueno es que tengo es que vivo en el campo. Tengo más espacio. Veo compañeras de atletismo que están en pisos y es caótico. Al principio hacía elíptica en casa, pero es aburrido estar ahí 60 o 70 minutos. Así que mi padre me aplanó una zona en el recinto y ahí estoy. Aunque sea dando vueltas media hora, he recuperado la sensación de correr tras la lesión», cuenta.

La temporada atlética al aire libre la iba a centrar en los 10.000 metros («una distancia larga que al principio no me hacía mucha gracia») después de cumplir con creces en el ‘indoor’: cuarta de España sub-23 en 3.000 «compitiendo contra unas máquinas y mejorando 13 segundos mi marca».

La madre naturaleza

Arce es una chica especial a poco que se la escuche un poco. Reconoce «haber tenido miedo, aunque al principio todo el mundo lo tomó a cachondeo» y atribuye lo sucedido a «un castigo de la madre naturaleza. A ver si los gobiernos controlan más los mercados negros de animales».

Pero enseguida le sale la visión festiva de la vida, mezcla de Brasil, donde nació, y Extremadura, donde lleva toda la vida: «Esto nos está haciendo disfrutar más de las cosas buenas que nos pasan, abrazar a las personas que queremos, y no perdamos tanto el tiempo porque nunca se sabe lo que va a pasar».

Madrid y la universidad la esperan cuando esta película de terror pase. Hará algo relacionado con la fotografía, «pero metiendo diseño, marketing y demás ámbitos». Y atletismo, claro.