Tiene 15 años, mide nada menos que 1,97 y es la nueva gran esperanza del baloncesto extremeño. José Luis Marcos (Badajoz, 17-1-2006) acudió en Semana Santa a una concentración de la selección sub-15 en la que pudo mostrar por fin en vivo sus cualidades a los técnicos de la Federación Española. 

Le ha costado llegar hasta ahí. En febrero del 2020, justo antes de la pandemia, se enganchó la boca con la red de una canasta y se arrancó tres dientes que tuvieron que serle reimplantados, con una dificultosa operación quirúrgica de por medio. Todavía arrastra secuelas: «No puedo morder, aunque sí masticar con las muelas», cuenta con naturalidad.

Eso le impidió estar en los entrenamientos con los más destacados de su edad a nivel nacional para los que había sido llamado en agosto. Tampoco pudo acudir a la de Navidad, ya que la cita fue cancelada por motivos sanitarios y se redujo a un encuentro telemático.

Su historia con el baloncesto viene de muy lejos y no le falta un componente genético. Su madre es ‘Maru’ Bote, componente del Spar Mérida en la década de los noventa, el primer equipo extremeño que logró el ascenso a la máxima categoría del baloncesto femenino, aunque no llegó a formalizar la plaza. Ella mide 1,80 y el padre, José Luis, 1,90.Ambos son policías nacionales destinados en Badajoz.

Cambio de club

El del adolescente José Luis no es el caso de chico que se ha visto empujado al baloncesto tarde porque es alto. Ya con 5 años empezó a acudir a la Escuela Virgen de Guadalupe para ir familiarizándose con el deporte. Ha ido peleando contra sus problemas de coordinación, casi inevitables cuando uno crece tanto y tan deprisa, y se ha convertido en una promesa indiscutible.

En la temporada 2019-20 se pasó al Civitas Pacensis BB, donde juega actualmente en edad cadete con una confianza creciente en sus posibilidades. Los técnicos de la Federación Española, encabezados por el seleccionador, David Soria, se fijaron en él probablemente en el campeonato nacional infantil de enero de 2020. «Ha sido una experiencia increíble. Nunca había jugado con chicos tan buenos», afirma Marcos, alucinado por rivales«tan buenos física y técnicamente». Él sabe que todavía tiene que mejorar en todo:sobre todo el tiro, los movimientos en el poste bajo y el físico. En el confinamiento cogió más kilos de la cuenta.

«No me importaría llegar a la Liga Endesa o, si tengo mucha suerte, a la NBA», dice de forma desenfadada, contento por las felicitaciones de sus compañeros de clase y de club.

Paralelamente, y sin descentrarse, no le van nada mal los estudios: se habla de él como un chico aplicado. «Quiero ser ingeniero, probablemente informático», suelta. Junto con sus hermanos Andrea (13 años) y Carlos (10), que también juegan, está en el colegio Santa María Assumpta –más conocido como la Compañía de María— obteniendo buenas calificaciones.