No era un partido más. Y si los jugadores tenían alguna duda lo comprobaron nada más llegar a La Isla. Los locales porque su afición los recibió como a los grandes. Los visitantes porque los suyos nunca dejaron de animar. En ocasiones se les escuchó incluso más que a los locales.

La garra la puso el Diocesano. La felicidad se la quedó el Coria y toda la capital del Alagón, que por fin, después de varios intentos seguidos, pudo celebrar un ascenso, no ya a la Segunda B por la que peleó en cursos anteriores, sino a la nueva Segunda RFEF. Y vaya si lo celebró. El campo se llenó de camisetas celestes. Y eso que la megafonía había avisado varias veces que no se hiciera eso. Cosas de covid. Pero se impusieron al final las cosas de fútbol. Y la afición disfrutó con los jugadores de la gloria. 

El capitán Álvaro es 'manteado' por sus compañeros. SILVIA SF

Tuvo todos los ingredientes de una gran final el partido. Emoción en el campo y en la grada. Alegría de unos, penas de otros, que también celebraron con su afición una grandísima temporada, una campaña en la que se ha codeado con los grandes, quizás porque el Dioce empieza a estar ahí por derecho propio. Como el Coria, que la próxima temporada quiere seguir disfrutando.