Juanqui va a por la ‘novena’. La próxima será la temporada número nueve de Juan Carlos Sánchez Colchón en la Primera División del fútbol sala. Ni en sus mejores sueños hubiera imaginado que dedicaría parte de su vida a su gran afición. Y que lo haría entre los mejores. El almendralejense acaba de renovar dos temporadas con el Fútbol Emotion Zaragoza y vive de nuevo un buen momento de forma. Acabó con once goles el último año y terminó siendo el futbolista desequilibrante que llegó a ser pichichi hace unos años de la máxima categoría y lo llevó a la Selección Española. Ahora estamos ante un Juanqui más maduro. A sus 32 años, parece que le queda cuerda para rato.

Dos años más en Zaragoza. ¿Feliz?

Muy feliz. Es verdad que ya habíamos pactado antes la renovación, pero por fin está hecho. Zaragoza es un club familiar, donde los trabajadores siempre están pendientes del jugador. Es un gran lugar para jugar al fútbol sala.

¿Y las aspiraciones?

Hablamos de un proyecto ambicioso a medio y largo plazo. Ya en el primer año hemos logrado bastantes cosas como jugar la Copa de España, que para mí por ejemplo es el torneo más emocionante por excelencia, o disputar un playoff por el título y forzar el tercer partido, algo que hacía mucho tiempo que aquí no se conseguía.

Zaragoza es lugar tradicional para el fútbol sala.

Sí, claro. Aquí muchos recuerdan aquel Lepanto Zaragoza que fue campeón de liga. Es un club ambicioso. Es verdad que también hay equipos potentes de fútbol y baloncesto, pero el fútbol sala tiene su atención.

Se fue a Italia y regresó. ¿Muchas diferencias?

Sí, bastantes. Aquella es una liga más física. El tema de la pista también cambia, más reducida. Y el tema arbitral también, donde los árbitros dejan jugar muy poco y eso para un pivot como yo, que juego mucho con mi cuerpo, se me hizo difícil. Hay equipos con mucha calidad, pero no es España, donde tenemos a los mejores.

Nueve temporadas en la élite. ¿En qué ha evolucionado?

La experiencia, evidentemente. Lo es casi todo en el deporte. Antes recuerdo cuando empecé que costaba que te respetaran. Eras el niño. Ahora ya te respetan en la pista, saben quién eres y de dónde vienes. Eso en fútbol sala marca.

Echa la vista atrás y, ¿hubiera imaginado esto así?

Jamás. Jugar 9 años en la máxima categoría de lo que más me gusta es una gozada. Lo veo un trabajo, pero sobre todo mi pasión. Si pierdo la ilusión por esto, prefiero colgar las botas. He mamado mucho fútbol sala desde pequeño.

¿Cómo le ha afectado la pandemia al fútbol sala?

Como a todos los deportes, aunque tengo la sensación de que el nuestro se está recuperando rápido. Hemos vuelto a tener un boom importante en el país. Quizá nos queda ser deporte olímpico, algo que sería el espaldarazo definitivo para fomentar el fútbol sala.

¿Cómo ha sido jugar sin público?

Fatal. A mí me ha afectado mucho, la verdad. Por mi forma de ser, ver los pabellones vacíos me desagradaba. Me costó bastante acostumbrarme a ello. En el fútbol sala, el ambiente que se genera en los pabellones es la salsa. Cuando pudo entrar público fue algo increíble.

Extremadura sigue sin equipos en la élite. ¿Por qué?

Pues porque faltan muchas ayudas. Hemos tenido equipos ahí a las puertas de ascender y otros que han sido profesionales. Pero siempre le faltan ayudas a este deporte que otros sí tienen. Creo que el fútbol sala está creciendo, genera repercusión y cada vez es más atractivo. También para las televisiones. Para mí, como extremeño, sería un honor poder ver pronto un equipo extremeño profesional. Hay muchas localidades como Valdepeñas, Tudela, Burela, Peñíscola o Noia que se conocen por sus equipos de fútbol sala.

Ha vuelto una gran versión de Juanqui este año.

Sí, yo diría que mucho mejor. Al principio me costó bastante, me faltaban goles. Pero he ido adaptándome bien y los goles han llegado. Estoy feliz.

¿Se acostumbra la familia a verle lejos?

Ya cada vez más, aunque siempre intento llevarme a parte de mi familia allá por donde voy. En Zaragoza tengo a mis dos hermanos y a mi tío. Para mí son un apoyo constante.