Habrá partido del Extremadura UD este domingo ante el Dux Internacional en el Francisco de la Hera, a partir de las 17.00 horas. Y lo habrá porque los jugadores han decidido otorgar un último voto de confianza al club y a la figura de Manuel Franganillo para que se les pague las nóminas que les adeudan, que van camino de siete. Jugadores y técnicos del equipo de Almendralejo han desconvocado la huelga que tenían convocada para este viernes 5 de noviembre y que afectaba durante todo el fin de semana al cese total de su actividad, incluido el partido de liga en Primera RFEF del domingo. Durante toda la semana han estado esperando una solución en forma de pagos, pero no se ha producido. Los futbolistas estaban decididos a plantarse y parar. A no jugar. Pero una reunión el pasado miércoles ha cambiado todos los planes. 

Lo cierto es que la dramática situación del Extremadura UD se está llevando con máximo secretismo por parte del club, que no suelta prenda de los movimientos que está intentando realizar para poder inyectar dinero a la entidad y pagar a jugadores, técnicos y empleados. Después de formalizarse el provisional convenio con acreedores, el Extremadura UD está obligado a pagar el crédito masa que tiene pendiente desde la declaración del concurso hasta la actualidad y que podría ser superior a 1,2 millones de euros. Sin embargo, el grupo Khalifa no termina de ingresar dinero ni se sabe nada del fondo ruso que, supuestamente, estaba detrás sustentando toda la operación. Franganillo ya ha abierto distintas alternativas de negociación, desde futuros nuevos inversores hasta la concesión de un préstamo que alivie la deuda y otorgue un margen suficiente de tiempo para seguir negociando la llegada de nuevos inversores o del propio grupo Khalifa, en el que el presidente no ha dejado de confiar. 

Lo más sorprendente de la situación es el cambio radical de los jugadores a días de iniciarse la huelga. Parte de la afición no se explica por qué han clamado tanto en las últimas semanas y, a la hora de la verdad, no son capaces de dar el paso para plantarse. La realidad es que dentro del vestuario hay una división de corrientes que ya es difícilmente insalvable. Y por supuesto, lo sabe todo el mundo. Hay jugadores que apuestan ciegamente por el presidente y deciden esperar sus soluciones, mientras que hay otros dispuestos a parar y que no se juegue más.