El Extremadura se marchita lentamente y en silencio ante la falta de liquidez económica inmediata y de inversores reales que apuesten por la salvación del club. De momento, tras el órdago lanzado por Manuel Mosquera a los dirigentes nada más acabar el partido ante el Dux, cuerpo técnico y jugadores han decidido no entrenar más si no llega el dinero prometido que pague las nóminas que les adeudan (más de ocho), además del dinero que el club debe a clientes y proveedores. Ni lunes ni martes se habían programado entrenamientos para dar los dos días de tregua que Manuel Mosquera anunció en sala de prensa. «Nos sentimos secuestrados. Pido que nos liberen» llegó a decir el entrenador en caso de que no llegue ese dinero.

Desde luego, el dinero no llegará de manos del grupo inversor que habían encabezado Javier Páez y Daniel Moreno, que han vuelto a ser inversores de humo para el Extremadura UD. Moreno y Páez han tenido el mismo desenlace que en su momento tuvieron Robert y Vekic, empresarios portugueses, el grupo Khalifa o los rusos de Aquila. Todos han tenido un denominador común: decir que van a entrar para después de analizar la situación echarse hacia atrás. A través de un comunicado, Páez y Moreno informaban de la imposibilidad de entrar en el Extremadura «por falta de acuerdo con uno de los principales acreedores que actualmente tiene el club y que resulta la deuda pasada mantenida con jugadores que vistieron la elástica del Extremadura Unión Deportiva S.A.D».

El tiempo apremia y el Extremadura sigue estrangulándose por varias vías. Desde el cuerpo técnico insisten en que ya se ha llegado al límite. No están por la labor de presentarse más a un partido en estas condiciones. Las declaraciones de Manuel, de tintes volcánicos, parece que esta vez son de verdad. 

La asfixia también llega por parte de la plantilla, que vuelve a despedazarse ante las circunstancias. Assane y Moi Parra cogieron ayer la carta de libertad para marcharse y han sido varios los jugadores que han recibido ofertas para abandonar el Extremadura antes de que expirara el mercado. En eso, el club no tiene problemas. Entienden que quedan jugadores profesionales en paro de nivel como para hacer una plantilla aceptable. Jugar cómo sea y con quién sea. Ese es el objetivo. 

Pero el verdadero problema es el dinero líquido, que debe estar en estos días porque si no, el viernes, el partido ante el Sanse corre serio peligro. 

En las últimas horas se ha especulado con la llegada de jugadores de la escuela de fútbol que el jugador del Arsenal, Tomhas Partey, tiene en Madrid, aunque son futbolistas que no podrían ser inscritos en la primera plantilla, sino que irían a la Academia. 

El último eslabón, ya casi sin aire, es la afición como tal, a la que ya no le quedan lágrimas para lamentar profundamente estos acontecimientos. El desgaste, la apatía, la falta de información y los volantazos del club está provocando divisiones en parte de los aficionados. Algunos que consideran «deleznable» lo que está ocurriendo. Otros que suspiran aún por el milagro y consideran que hay que seguir teniendo fe. 

Desde luego, el Extremadura necesita más que un milagro para sobrevivir. Y, sobre todo, para recuperar su simbología.