El Periódico Extremadura

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Baloncesto. LEB Oro

Cáceres, vaya orgullo de equipo

Los verdinegros baten al campeón Granada (88-86) y estarán en los ‘playoffs’ seis temporadas después

Duje Dukan baña con agua al técnico Roberto Blanco en los vestuarios del pabellón Multiusos. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

88 - Cáceres Patrimonio de la Humanidad: Jorge Sanz (4), Devin Schmidt (17), Manu Rodríguez (11), Romaric Belemene (9), Ben Mbala (9) -cinco inicial- Mateo Díaz (10), Jaume Lobo (9), Carlos Toledo (2), Duje Dukan (13), Julan Olaizola (4).

86 - Covirán Granada: Lluis Costa (9), Thomas Bropleh (19), James Ellisor (5), Mamadou Niang (6), David Iriarte (10) -cinco inicial- Germán Martínez (10), Edu Gatell (8), Ramón Vila (8), Jacobo Díaz (7), Revelles (4).

Marcador por cuartos: 16-19, 50-41 (descanso), 72-66 y 88-86 (final).

Árbitros: Muñoz, Baena y Cortés. Eliminado: Schmidt (min. 39).

Incidencias: Trigesimocuarta jornada de la LEB Oro. 2.000 espectadores en el Multiusos.

Esta es la historia de un equipo que fue el último en configurarse en verano y que entraba en las quinielas para luchar por la permanencia. Un equipo de jugadores ‘tarados’, sobre los que todo el mundo podía encontrar un pero. Y de un entrenador extremeño, de la casa, un auténtico ‘sin nombre’, pero un tipo, Roberto Blanco, que siente los colores lo mismo o más que quienes fundaron el club. Esta es la historia de un equipo que se metió en los ‘playoffs’ ganando al mejor de la liga haciéndolo como únicamente sabe: sufriendo. Es la historia del Cáceres Patrimonio de la Humanidad, que se medirá a cinco partidos al Lleida con un puesto para la ‘final a cuatro’ de ascenso a la Liga Endesa en juego.

34 jornadas después se ha completado el pequeño milagro de esta gente, que a veces han hecho ridículos impresionantes, pero que general han representado a la ciudad con un compromiso enorme. Los 40 minutos ante el ya ascendido Covirán Granada (88-86) fueron una muestra más. Son un ejército capaz de todo, incluyendo haber mantenido la calma y el control cuando más se estaban jugando. Pareció por momentos como la leyenda de Kobe Bryant, del que se decía que fallaba a propósito para provocar finales igualados en los que lucir, en los que probarse. El viejo adagio de que sufriendo sabe mucho mejor se cumplió una vez más. Y la afición más entregada de los últimos años lo supo agradecer. No, ya no son los tiempos de la ACB, que probablemente no volverán, pero en el Multiusos se sigue respirando baloncesto.

Alegría final de la afición verdinegra. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

A un grupo de gente tan imprevisible resulta imposible ponerle ya techo. El hambre con un punto de locura les define. Ellos sabían que a la hora de la verdad no podían dejar escapar la enorme oportunidad de devolver al club seis años después a un momento de calibre. Y cumplieron.

Un partido atípico

El encuentro se movió en unas coordenadas imposibles de descifrar porque Granada, con su misión cumplida, intentó ganar el partido a base de meter, no de defender. Y el Cáceres aceptó ese desafío. En una especie de pacto de no agresión, resultó impactante que la primera falta personal no se produjese hasta pasados siete minutos de juego. Inédito, ¿no?

A los locales les fue mejor con la ‘segunda unidad’ porque la primera no pudo ganar el primer cuarto (16-19), quizás algo constreñida por la situación, pero tampoco sin dejarse vencer por la ansiedad. De hecho, cuando el encuentro se reanudó hizo con un refrescante parcial de 10-0 culminado por un Jaume Lobo al que, si uno ha tenido un viaje lisérgico lo suficientemente tóxico, es fácil imaginárselo como el Stephen Curry barcelonés.

Jugadores y técnicos celebran en el vestuario el billete para el playoff. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

Ya no perdería la delantera el Cáceres (26-19, min. 12), con un Granada haciendo descaradamente la goma, tirando de talento, aunque su rotación estaba recortada por las ausencias de jugadores como Christian Díaz y Pere Tomas. La calidad de los demás --sobre todo deLluis Costa y Thomas Bropleh--, resulta incuestionable. Otro equipo con menos galones hubiese dejado ir el choque ya al descanso ante el empuje y la necesidad de su oponente, pero no fue así. Se asistía también a uno de esos días angelicales de Duje Dukan, a veces gélido, siempre mágico. Con 50-41 en el intermedio había motivos para el optimismo, pero también, como decía machaconamente Miguel Induráin, quedaba mucho Tour.

Para completar el cuadro al Cáceres le costaba la aparición de Devin Schmidt, probablemente el hombre que mejor expresa lo que es ese vestuario. A él se agarraron durante una fase en la que él, como le caracteriza, no rehuyó la responsabilidad. Pero Granada no se rendía ni de broma y se mantenía a tiro de un par de piedras a falta de diez minutos (72-66). Un anticiclón se apoderaba del ambiente, pero también existía cierta sensación de que los verdinegros mantenían cierta frialdad y no iban a traicionarse a sí mismos.

Era el momento de Mateo Díaz, con cuyo mando el equipo funcionó mejor esta vez que con Jorge Sanz. La distancia prudencial se mantenía a falta de tres minutos (81-72) y el mayor pánico era tener que depender de que Gipuzkoa acabase ganando en Castelló, como acabaría pasando tras prórroga. Fue entonces cuando el vértigo apareció y Granada siguió percutiendo para que nadie le pudiese acusar de falta de deportividad. Su reacción llegó a ponerle 83-81 a 41 segundos, pero fue un nazarí de nacimiento, quien haría la canasta del partido y quizás de la temporada... para los locales. El triple de Manu Rodríguez resultaría decisivo, por mucho que los andaluces dispusiesen de un balón para empatar o ganar. 

Aquello salió ardiendo, claro. Espera Lleida los próximos viernes y domingo. Después, el Multiusos soñará con la ‘final a cuatro’. ¿Por qué no, gente?

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