«No me gusta el mensaje victimista de que se trata mejor al de fuera que al de casa. Me gusta pensar que uno, si tiene capacidades, está preparado y llama a la puerta con fuerza, seas de casa o de fuera, se abrirá». La reflexión corresponde a José María Jiménez Rebollo (Cáceres, 23 de diciembre de 1979), entrenador del Fuente de Cantos, sorprendente líder de la Tercera Federación extremeña.
«No me lo esperaba. Nuestro objetivo es mantener la categoría, somos un recién ascendido y creo que lo de ahora es una mera anécdota. Tenemos que estar centrados en el día a día y pensar solamente en la salvación», dice desde algún punto de la geografía extremeña, que recorre a diario de norte a sur en su otra dedicación profesional, que en modo alguno quiere inmiscuir con el fútbol, deporte por el que muestra tener una pasión infinita.
¿Un esfuerzo grande recorrer los cerca de 150 kilómetros que separan Cáceres y Fuente de Cantos para entrenar?, se le plantea. Él no lo cree. «Un esfuerzo es cuando alguien te obliga a hacer algo que no quieres hacer. Aquí hay un sacrificio, sí, pero si realmente quieres ser entrenador no puedes estar esperando en tu casa la oferta de un club cercano para tardar 10 minutos en llegar», describe antes de acotar que «como yo hay muchos compañeros, tanto jugadores como técnicos que, a lo largo de la historia, han viajado mucho para hacer lo que nos apasiona, igual que ocurre en otros ámbitos de la vida».
Gran recuerdo, pese a todo
Rebollo dice estar especialmente feliz ahora en Fuente de Cantos, un club al que ha vuelto dos temporadas después. En 2020, describe, «llegué en diciembre con el equipo con solo tres puntos, seis goles a favor y veintitantos en contra, y pese a ello tuvimos una oportunidad de salvarnos. Tuvimos esa oportunidad, pero no fuimos capaces porque el equipo estaba súper exprimido. Lo pasé bien, pese a que no se pudiera conseguir el objetivo. Por eso he vuelto», apunta cuando se le plantea esta particular coyuntura en su club.
Lo de su retorno tiene unos protagonistas: «el grupo humano que conocí, tanto por parte de la directiva como por parte del vestuario, era magnífico. Nunca me han hecho sentirme en deuda. En todo caso sería mía hacia ellos, es la deuda del cariño que me han profesado siempre, el respeto por mi trabajo. Y también tengo una deuda con la afición, que todos los domingos llena el campo. Es brutal», comenta.
El técnico del equipo revelación denota una seguridad fuera de toda duda, aunque haya tenido experiencias complicadas, entre ellas ser destituido en un Cacereño que estaba arriba. De aquello están a punto de cumplirse cinco años. «No he tenido mala suerte en el fútbol. Todo lo contrario. He tenido mucha. A mí me trataron mal personas que no son del club, gente que viene y que va, que en un momento actuaron de manera determinada. El tiempo es soberano y pone a cada uno en su sitio. Yo sigo en el deporte que me apasiona y esos señores no sé dónde están. El fútbol no me ha tratado mal. He tenido unas oportunidades que otros chicos estarían deseando tener», explica.
«¿Que aquello frenó una progresión? Puede ser, pero esto es una carrera a distancia, no al esprint», asevera. «Los números de aquello no me los regaló nadie. Teníamos el presupuesto más bajo de la historia del Cacereño. Era irrisorio, de equipo de mitad de la tabla para abajo. Si alguien pensó que aquellos números eran producto de la suerte, que analice mi carrera, mire atrás y cuente la cantidad de jugadores que han pasado por mis manos. Muchos están en buenos clubs», se reivindica el técnico, un entrenador que dejó su condición de futbolista con 25 años «por hastío, no por fracaso. Lo mismo me puede suceder algún día como entrenador. Llega un momento en el que te das cuenta que parece que borrego que no berrea es que no mama. Hay algunos que suben (o los suben) como la espuma sin apenas hacer nada y otros que, aun conquistando las ciudades, parece que no han llegado a un pueblo».
Cuestionado sobre hasta dónde piensa llegar como entrenador, afirma que «no está en mi mano. Solamente puedo trabajar, entrenar y dejarlo lo mejor posible, con la máxima honradez y honestidad. Lo demás no depende de mí», dice.
Con el recuerdo de un año duro en Plasencia, el pasado («empezamos muy bien, pero empezaron a caer como chinches y en el vestuario había muchos con muletas»), cuantifica sobre la cantidad de lesiones graves que hundieron al equipo. «Cuando te encuentras una situación que tú no controlas, te vienes abajo como humano que soy», asume.
Ahora, de momento, se divierte sobremanera en un deporte que «me apasiona». Y tanto. Una conversación con José María Rebollo rezuma fútbol, puro fútbol.