Baloncesto. LEB Oro

El Andorra, inasequible para el Cáceres

El conjunto verdinegro sueña durante el primer cuarto, pero después cede ante la calidad del rival (70-82)

El debutante Sasa Borovnjak es sujetado en un bloqueo.

El debutante Sasa Borovnjak es sujetado en un bloqueo. / Carla Graw

70 - Cáceres Patrimonio de la Humanidad: Pablo Sánchez (6), Lysander Bracey (11), Kenny Hasbrouck (21), Kevin Bercy (6), Vaidas Cepukaitis (3) -cinco inicial- Albert Lafuente (9), David Sainsbury (0), Sasa Borovnjak (6), Dani Rodríguez (8).

82 - MoraBanc Andorra: Micah Speight (8), Johnny Dee (11), Chris Czerapowicz (4), Nacho Llovet (4), Marin Maric (12) -cinco inicial- Mihajlo Andric (21), Juan Rubio (7), Josep Pérez (0), Thomas Schreiner (0), Felipe dos Anjos (8), Tobias Borg (6)

Marcador por cuartos: 22-13, 29-36 (descanso), 44-57 y 70-82.

Árbitros: Lema, Martínez y Murillo. 

Incidencias: Vigesimoprimera jornada de la LEB Oro. 1.000 espectadores en el Multiusos.

Apenas diez minutos le duró al Cáceres Patrimonio de la Humanidad la fantasía de que le podía ganar al todopoderoso MoraBanc Andorra. Después de un primer cuarto de fábula llegó la dura realidad, culminada por un marcador (70-82) del que no hay que lamentarse. La ‘liga de la permanencia’ es otra. Y será dura. 

El equipo de Roberto Blanco se le va quedando al fin una plantilla maja, pero esta vez, sin los lesionados Kostas Vasileiadis y Julen Olaizola y sin Carlos Toledo --con fiebre a causa de una gripe--, era complicado sostener una lucha claramente desigual.

Los dos primeros cuartos fueron el día y la noche. Un día luminoso y una noche oscura. Pareció sobrenatural que un Cáceres tan cogido con alfileres barriese de la pista a uno de los mejores equipos de la LEB Oro, pero lo hizo.

Tremendamente decidido a la hora de mirar al aro y protegiendo el suyo con fiereza, el conjunto verdinegro se sintió muy cómodo. Kenny Hasbrouck estaba al mando de las operaciones ante la ausencia de su ‘socio’ griego y todo fluía con la intención de que al Andorra le entrase la ansiedad. 

Sasa Borovnjak debutaba con el viento a favor (13-6 a 4:25) y su improvisada presencia --solo llevaba unas horas en la ciudad-- no tuvo peso, pero tampoco resultó negativa. De hecho la diferencia aumentó hasta un 20-8 (min. 7) que se vio ligeramente reducido al final del primer cuarto (22-13).

Entonces llegó la noche con su tremenda oscuridad: en todo el segundo cuarto el Cáceres apenas acertó a anotar siete puntos y el Andorra apareció al fin por el Multiusos con su escuadra de jugadores insaciables. Lo que quedaba de la ventaja se volatilizó de un momento sin que las sucesivas rotaciones desde el banquillo, con varios quintetos inéditos sucesivos, parasen la sangría.

Albert Lafuente intenta escapar de la presión de un jugador del Andorra.

Albert Lafuente intenta escapar de la presión de un jugador del Andorra. / Carla Graw

Igualar el marcador solo fue el inicio (24-24, min. 14), pero hubo un momento en el que hasta pareció que todo podía quedar sentenciado prematuramente a la vista del Titanic en el que se había convertido el Cáceres. Michael Jordan ya no se había disfrazado de Hasbrouck. Fue casi un mal menor el 29-36 del descanso, pero estaba claro que había años luz entre un púgil y otro. Siete minutos y medio habían tardado los locales en meter su primera canasta en juego y fue a través de Borovnjak. 

Segunda parte

Hubo algunas dosis más de nocturnidad en el tercer cuarto, sin que al Cáceres se le pueda reprochar la más mínima falta de actitud. Pero es que Andorra es uno de esos equipos en los que cada jugador que sale a la pista desde el banquillo es mejor que el que estaba. Los intentos cacereños por recuperar el ‘ángel’ que caracterizó el primer cuarto fueron baldíos, por mucho que se encadenasen un par de triples aquí y allá. El partido amenazó con romperse otra vez (39-55, min. 27), pero se mantuvo inexplicablemente vivo. El equipo del Principado no pareció querer hacer sangre mientras que los árbitros se complicaron futilmente en un partido que olía a decantado.

Con 13 abajo (44-57, rápidamente ampliado al 44-62) se afrontó el último cuarto. Solo quedaba apelar a una heroica más que imposible y probar lo que fuese. Remontar hubiese sido la sorpresa de la década: Andorra tenía el ritmo del partido en la mano y cada vez que se veía mínimamente amenazado volvía al modo ejecutor. Resultaba difícil de creer que a falta de tres minutos quedase todavía algún resquicio de esperanza local (63-73), lo que habla bien de su trabajo.

La bocina supuso un alivio para todos. Vendrán rivales más ganables, es obvio. Y el Cáceres tiene pinta de que estará bien pertrechado para ir sumando victorias. Andorra es de otra galaxia.