92 - Cáceres Patrimonio de la Humanidad: Kenny Hasbrouck (24), Carlos Toledo (4), Kevin Bercy (10), Sasa Borovnjak (6), Vaidas Cepukaitis (14) -cinco inicial- Albert Lafuente (6), Julen Olaizola (0), Dani Rodríguez (8), Lysander Bracey (13).
77 - Club Ourense Baloncesto: Augustas Pecikevicius (8), Natxo Nogués (0), Fran Pilepic (0), Stephan Gjuroski (10), Kur Kuath (5) -cinco inicial- Txemi Urtasun (9), Josep Cera (11), Chazz Williams (13), Paco del Águila (12), Ferrán Ventura (4), Seydou Aboubacar (5).
Marcador por cuartos: 26-16. 50-32 (descanso), 70-53 y 92-77.
Árbitros: Esteve, Zamora y Villanueva.
Incidencias: 1.400 espectadores en el Multiusos Ciudad de Cáceres.
Mucho tendría que hacer el tonto el Cáceres Patrimonio de la Humanidad en los ocho partidos que quedan para descender. Su victoria clara ante el Ourense (92-77), la tercera consecutiva por primera vez en la temporada, le permite respirar todavía más hondo y encarar la recta final liguera con la vocación de disfrutar, algo que se ha hecho a cuentagotas hasta ahora. En esta vida el mayor placer es sonreír.
Al equipo se le ha quedado muy buena plantilla y su entrenador, Roberto Blanco, ha conseguido por fin dar con la tecla de cómo hacerla funcionar. Eso permite lujos como tener a Kostas Vasileaidis lesionado y no echarle de menos. La complicada próxima semana, con doble cita ante Palencia y Burgos, se afrontará sin presiones angustiosas.
Firmó el Cáceres probablemente la mejor primera mitad de la temporada, con un juego armónico y al mismo tiempo agresivo, desarmando a su rival en todos los aspectos y enamorando en ataque. Es curioso que todo empezase con una anécdota, ya que un error al notificar el quinteto inicial provocó jugar con Kenny Hasbrouck de base y Kevin Bercy de ‘3’ durante casi un minuto.
Enseguida se corrigió, pero Pablo Sánchez hizo dos faltas muy rápido y eso provocó que entrase un Dani Rodríguez especialmente inspirado. Entre él y Hasbrouck la liaron bonita, pero sería injusto destacarles a ellos dos solamente porque el nivel general fue altísimo y, además, vistoso.
El Ourense quedó pronto hecho jirones (14-3, min. 4; 26-16, final del primer cuarto), pero entonces se produjo otra circunstancia anómala: un parón de 15 minutos entre cuarto y cuarto por problemas informáticos en la mesa de anotadores.
Podía pensarse que eso afectaría al equipo que iba lanzado, el Cáceres, pero todo lo contrario: 8-0 de parcial protagonizado por la ‘segunda unidad’. Papel estelar para Lysander Bracey, al que por primera vez --o casi-- se le vio cómodo sobre la pista.
Hubo hasta peligro de quedarnos sin partido en ese segundo cuarto (38-19, min. 15, 46-25, min. 17; 50-32 al descanso). Al Cáceres le salía absolutamente todo, con una actitud deslumbrante, con un baloncesto de muchísimos kilates, impropio de un equipo que ha ganado tan poco esta campaña. Un dato que indica la ‘paz’ interior que se está obteniendo es el de los tiros libres: 14 aciertos de 15 cuando hace nada, ante Tau Castelló, los retirados errores desde la línea de personal propiciaron la derrota.
La segunda parte
Quedaba rematar el trabajo, por supuesto. Tras muchos minutos sentado, Pablo Sánchez volvió a la pista para unirse a la fiesta y esta vez sus compañeros tocaron su partitura, más tendente al dinamismo. Cuando se recapitule la historia de esta temporada habrá que mencionar sí o sí su triple ganador en Torrelavega como punto de inflexión.
Cualquier reacción gallega era inmediatamente abortada, con rotaciones exactas y todo el mundo compartiendo el balón y casi propiciando el lucimiento del compañero. Hasta el público, algo receloso durante los últimos meses por todo el sufrimiento acumulado, dejó claro con sus gritos de ánimo que le estaba gustando mucho lo que estaba viendo.
Quedaban 10 minutos y con 70-53 virtualmente lo único que quedaba por despejarse era si el Cáceres conseguiría confirmar que, aparte de la victoria, también remontaba el ‘average’ desfavorable del partido de la primera vuelta, un -6 (76-70).
Insospechadamente, Ourense empezó el cuarto final con un 0-9 de parcial que provocó murmullos y un tiempo muerto de Blanco. Con 70-61 y ocho minutos por delante tocaba volver a remar. Y todo es más fácil cuando se tiene a Hasbrouck en el barco para hacerlo. Siempre asume la responsabilidad cuando el balón quema y suele acertar. Qué jugador. Quizás su cotización para una temporada entera se escape de los planes, pero es alguien a quien hay que renovar, que ya sabemos lo peligrosos que son los experimentos, ¿no?
Al final también se ganó el ‘average’ --nunca se sabe si te va a hacer falta-- entre cánticos de «Kenny, Kenny». Bien está lo que bien acaba y la noche baloncestística en el Multiusos desde luego no merecía menos.