Alemania crece más lento de lo esperado. Así lo confirmó el miércoles el ministro de Economía, Peter Altmaier, quien rebajó la previsión de crecimiento para este año al 0,5%. La disminución de las estimaciones de Berlín lanza una «llamada de atención» a la economía de un país que no parece mejorar.

En una conferencia de prensa en la capital alemana, el Gobierno atribuyó esta reducción de medio punto sobre la mejora anual del producto interior bruto (PIB) a las tensiones comerciales generadas entre EEUU y China, cuya economía no para de crecer. La incertidumbre alrededor del brexit, la salida del Reino Unido del club comunitario, también ha contribuido a ese enfriamiento del motor alemán.

El frenazo económico teutón es aún mayor si se compara con las cifras proyectadas el pasado otoño, cuando el Gobierno alemán previó para el 2019 un crecimiento del 1,8%. La nueva rebaja también responde al revés sufrido durante el último trimestre del año pasado, cuando Berlín estuvo a punto de entrar en recesión técnica debido a los cambios en la normativa de emisiones para automóviles y a la sequía del Rin, la peor desde 1972, que paralizó una de las principales vías comerciales del país. Ambos factores, señalan los expertos, evidencian la creciente influencia del cambio climático en la economía.

Sin embargo, Altmaier se mostró más optimista a largo plazo y cifró en el 1,5% el crecimiento previsto para la economía alemana en el 2020, remarcando que se superará la actual «fase de debilidad». El aumento del consumo interno alemán, la reducción del paro a mínimos históricos y las inversiones en infraestructuras pueden contribuir a ello.

Aun así, el ministro alemán aprovechó para impulsar la agenda de los conservadores al pronunciarse a favor de una desgravación fiscal en el impuesto de sociedades y aplicar una moratoria a las medidas de recaudación a empresas establecido en su acuerdo de Gobierno con los socialdemócratas.

La economía alemana depende en gran medida de sus exportaciones, algo que la hace especialmente susceptible a los vaivenes del comercio internacional. Así, Altmaier culpó a factores externos de una ralentización que inquieta a sus socios europeos por los efectos que pueda tener sobre sus economías. Según los expertos, la mejora económica china debería beneficiar el sistema exportador alemán, que tiene en Pekín a uno de sus principales clientes.

No obstante, una escalada de aranceles impuesta por Washington no solo dañaría a China, sino también al comercio mundial y a Alemania. En la última década, el Gobierno de Angela Merkel se había acostumbrado a exuberantes superávits que reforzaban su poderosa economía a costa de desequilibrar la de sus socios europeos. Ante los últimos acontecimientos, Alemania parece haber entrado ya en una nueva fase menos celebrada. Al menos desde Berlín.