El brexit, la guerra comercial, la recesión técnica de la economía en Alemania y Argentina tienen un nuevo compañero de viaje: el petróleo. El crudo ha resurgido esta semana cual Ave Fénix para recordar a las economías mundiales que, además de los grandes conflictos que copan desde hace meses las portadas, la inestabilidad por la dependencia del oro negro puede provocar un efecto corriente.

El sábado pasado un ataque con drones contra dos refinerías de Arabia Saudí pertenecientes a la petrolera estatal Aramco hacía saltar todas las alarmas. Aunque parece el inicio del guión de una película, la agresión a estas plantas obligó a suspender la producción de 5,7 millones de barriles de crudo diarios, esto es, casi la mitad de la producción total de la petrolera saudí y cerca del 6% del suministro mundial de crudo. El efecto no se hizo esperar. El lunes, la cotización del barril de Brent, de referencia en Europa, se alzó un 14,6% en el mercado de futuros de Londres -desde los 60 dólares del cierre del viernes hasta los 69,2- y las transacciones se llegaron a cruzar a 71,95 dólares durante esta jornada. Fue la subida más alta desde la Guerra del Golfo, el 14 de junio de 1991, y el temor sobre sus efectos en la economía y el consumo hizo a muchos temblar. Un día después, Arabia Saudí confirmaba que ya había recuperado su producción y el petróleo comenzaba a bajar (-6,48%). El viernes se situaba en torno a los 64 dólares.

El origen del ataque todavía sigue bajo investigación, fue reivindicado por el grupo rebelde chií yemení de los hutíes, pero el presidente de EEUU, Donald Trump, insiste en que viene de Irán. Todavía es pronto para evaluar sus consecuencias y los expertos coinciden en que dependerá de cómo evolucionen los precios y los acontecimientos, pero se ha reactivado un nuevo foco de inestabilidad.

«Se ha demostrado la vulnerabilidad de la producción saudí y eso hace aumentar la prima de riesgo geopolítico que tiene el precio del petróleo», explicó el director del programa de energía del Real Instituto El Cano, Gonzalo Escribano. En la formación de precios, además de la oferta y la demanda influyen las expectativas. «Ha sido una llamada de atención importante: si queremos dañar la economía mundial es relativamente fácil, bastan diez drones», añadió.

Si bien el mundo es hoy menos dependiente del petróleo de lo que lo fue -nunca ha habido tanto crudo y la superioridad de Arabia Saudí ha caído gracias a la tecnología del fracking de EEUU-, eso no implica que su influencia desaparezca. Según un artículo de Bankia Estudios, una subida sostenida del precio del 10% restaría unos 0,1 puntos porcentuales al crecimiento de la UEM y sumaría casi 0,2 a la inflación en un horizonte superior a dos años. «Se trata de un shock negativo de efectos muy limitados, pero (...) es muy inoportuno, especialmente para las economías europeas que atraviesan un momento de debilidad y están estancadas, como Italia o Alemania», agregó. En España, un alza del petróleo afectaría a todos los ámbitos de la vida del ciudadano, desde el transporte hasta la alimentación, lo que elevaría la inflación.