Alemania arranca el 2020 con una nueva señal de enfriamiento de su economía: la industria automotriz cerró el año pasado con una importante caída en la producción y exportación de turismos. Según informó ayer la Asociación de la Industria del Automóvil (VDA), la débil demanda internacional llevó a la locomotora económica de la UE a producir 4,7 millones de vehículos, una contracción del 9% respecto al 2018 que supone la cifra más baja desde 1997. Hacía más de dos décadas que Alemania producía más de cinco millones de unidades anuales.

Asimismo, la exportación de vehículos alemanes también se desplomó un 13% hasta los 3,5 millones. Esas cifras no hacen más que confirmar los serios problemas que arrastra el sector, golpeado por escándalos como el Dieselgate, por su incapacidad de adaptarse a los nuevos tiempos, por la guerra comercial protagonizada por EE.UU. y China, y por otros factores de inestabilidad política y económica cocinados dentro de la misma Unión Europea, como el brexit. Todo esto provoca que la economía alemana y su sector del coche, muy dependientes de las exportaciones, sufran.

A pesar de que VDA destaca que el 2019 las matriculaciones aumentaron un 5% con respecto al 2018 (hasta alrededor de 3,6 millones), lo cierto es que la cifras recuerdan de alguna manera a la crisis de 2009, cuando Alemania sufrió una caída generalizada de sus exportaciones y de su PIB anual en más del 5%.

La llamada locomotora europea cerró el tercer trimestre de 2019 con un miserable crecimiento de PIB de 0,1%, de forma que esquivó por poco la recesión técnica. Los datos que arroja la industria del coche no añaden elementos para el optimismo. El motor alemán se está atascando. El sector y también el gobierno federal se agarran a la producción de motores eléctricos. 2020 es el «año de la esperanza» para la industria del automóvil alemana, según dijo ayer el ministro federal de Transporte, Andreas Scheuer.