“El sistema está hecho para parejas”. Hugo, ingeniero informático de 32 años, resume a su manera lo que viene siendo un hecho: la vida es más cara para aquellas personas que están solteras. Especialmente en algunas ciudades.

El no tener pareja en España lleva tiempo siendo sinónimo de pagar más, sobre todo por la vivienda. Y eso cuando año tras año el número de hogares unipersonales no para de crecer. Ya hay más de 5.204.000, según la última Encuesta de Población Activa del Instituto Nacional de Estadística (INE). Es decir, en más de una de cada cuatro viviendas vive una persona sola. El propio Instituto prevé que para 2035 sean 5.712.291, lo que supondría el 28,9 por ciento del total.

Pero en ciudades como en Madrid, el precio medio por metro cuadrado es de 15 euros, según el informe de Idealista de marzo de 2022. Supone un 2,8 por ciento más que el trimestre anterior, con una variación anual del 2,6 por ciento. Esto se traduce en que un piso de una habitación de 40 metros cuesta de media unos 600 euros; 750 si es de 50 metros.

En el distrito Centro, el precio medio asciende a 18,5 euros el metro cuadrado; 17,3 en Chamberí; o 15,4 en Tetuán. Solamente en Villaverde (10,8) y Vicálvaro (10,5) están por debajo de 11. En Barcelona, la media está en 16,1 euros. 

En Madrid, Hugo pagaba 800 euros por su piso en el barrio de Lavapiés. Le sumaba unos 150 euros de luz (tenía calefacción eléctrica), otros 50 de internet y 190 de parking. Así que acaba de dejar Madrid para volverse a casa de sus padres en Zaragoza. Cree que es la única forma de ahorrar y acceder así a una hipoteca. “Con mi trabajo o estoy en casa o viajando, así que para qué voy a estar pagando más de mil euros por vivir en Madrid”, explica.

Compartir piso a los treinta y tantos

“Está claro -prosigue- que las ayudas tienen que ser para los menos favorecidos, pero el sistema solo te empuja a un modelo de familia porque las personas que viven solas son las que más pagan”. Asegura que sería todo más fácil con una pareja o viviendo con algún compañero de piso. “Pero con 33 no estoy dispuesto a hacerlo”, asegura.

Virginia, de 32, trabaja en el departamento de Desarrollo de Negocio en un importante despacho de abogados. Ella sí comparte piso porque, si no, “sería un suicidio”. “Aunque económicamente me lo puedo permitir, viviría ahogadísima y no tendría esa cantidad de dinero disponible que ahora destino al ahorro o al ocio. Sería todo para el alquiler. Prefiero llevar una vida más cómoda en lo social”, señala. 

Vive con dos compañeros. Y eso ayuda cuando llegan las revisiones del precio del alquiler, “siempre al alza y nunca a la baja”. La inestabilidad laboral es otro de los motivos por los que no acaba de dar el paso para independizarse.

El último ‘Informe Juventud en España 2020’ mostraba que si en 2010 un 53,3 por ciento de jóvenes entre 18 y 34 años vivía aún con sus padres, en 2019 se encontraba en esta situación el 64,5 por ciento. Las claves para emanciparse que encontraron fueron el deseo de hacerlo y los medios económicos y la estabilidad. “En la Encuesta INJUVE 2019, un 75% de las personas entrevistadas señalan que no se han emancipado por razones relacionadas con la falta de estabilidad en los ingresos”, señala el documento.

Vida más cara en general

Pero esta diferencia económica no solo se traduce en el alquiler. El precio entre una habitación doble y una individual (aunque sea la misma) difiere muy poco en los hoteles, por mucho que la primera la usen dos y en la segunda una. También hay bastantes ofertas de 2x1 en viajes, platos de “mínimo dos personas”, y más dificultades para obtener una hipoteca con un solo titular. Y luego hay que pagar los muebles.

“La vida en pareja es obviamente muchísimo más barata, porque ahorras en alquiler, en luz y en gas. También en gastos de comida. Muchos productos están puestos para que el formato ahorro sea el familiar. Te sale más barato cuanta más cantidad compres, pero si vives sola todo se te echa a perder”, razona María Rosa, de 31 años.

Ella es guionista. Paga 650 por su piso y es la única de sus cuatro hermanos soltera, lo que significa que en Navidad compra regalos por dos para cada uno. “Lo haces con todas las ganas del mundo, pero siempre sales perdiendo. Tocas a más porque la pareja hace un regalo conjunto. Y lo mismo con los cumpleaños”, afirma.

La Oficina Nacional de Estadística de Reino Unido confirmó este dato en el 2019. Un análisis reveló que aquellas personas que viven solas gastan un promedio del 92 por ciento de su ingreso disponible, en comparación con los hogares de dos adultos, que gastaban el 83 por ciento.

Otro informe de Nielsen, agencia especializada en estudios de consumo y publicado ese mismo año, señalaba que los hogares de un solo miembro gastaban más en alimentación y ocio que los de dos miembros o tres. Su experta Ángeles Zabaleta explicaba entonces que este gasto entre los 'singles' podía aumentar hasta en un 25 por ciento.

Algunos beneficios fiscales

A nivel fiscal también sale más económico el matrimonio. En líneas muy generales, el despacho de abogados Cremades & Calvo-Sotelo explica que tienen la posibilidad de acceder a la reducción por declaración conjunta en el IRPF. También “reciben un mejor trato fiscal en determinados impuestos, como el de Sucesiones y Donaciones, al ser integrantes del grupo II, con una presión fiscal más leve que familiares de parentesco más lejano o personas sin afinidad”.

Estas diferencias fiscales se extienden cuando hay hijos y toca hacer la declaración de la renta. En declaraciones conjuntas de unidades familiares integradas por cónyuges no separados con hijos menores que convivan con ellos, así como mayores incapacitados, la base imponible se reduce en 3.400 euros anuales. En cambio, en familias monoparentales en esta situación, la reducción es de 2.150 euros.

Lo explica Carmen Flores, portavoz de Federación de Asociaciones de Madres Solteras, a las que les gustaría que hubiera una casilla de ‘familia monoparental’ en la declaración. “Desde 2008, las familias monoparentales formadas por personas viudas con dos hijos o más son consideradas como numerosas; las separadas o solteras no. Hay una discriminación por estado civil”, afirma.

Discrimación para familias monoparentales

Asegura que esta discriminación se extiende a otras muchas leyes. Pone de ejemplo que, a la hora de optar a un colegio público o concertado, se tiene en cuenta la unidad de convivencia. Eso perjudica a las madres que viven con otras personas porque no pueden sufragar los gastos solas, aunque sean las más vulnerables.

“Es algo que también ocurre con el Ingreso Mínimo Vital. No pueden acceder a esas ayudas porque están en el mismo hogar con más gente. La nueva Ley de Vivienda tampoco contempla a las familias monoparentales”, relata.

Desigualdades que, como en otros casos, también se extienden a la vivienda. “Para alquilar, una persona sola con criaturas se considera que tiene un mayo riesgo de impago porque el trabajo es inestable y, en el caso de las mujeres, suelen ser más precarios y peor pagado. El riesgo no tiene por qué ser real, pero las inmobiliarias y los caseros sí piensan que al ser una persona sola con un niño, si se queda en paro no paga”, afirma. A la hora de pedir hipoteca les ocurre lo mismo.

“Vivimos en un sistema que concibe la familia tradicional y punto. El resto de modelos, que es lo que pedimos que regulen, no están contempladas ni en el sistema tributario ni en el de protección”, denuncia Flores.

Esperan que se apruebe una Ley de Familias con un capítulo en el que hable de familias monoparentales en los términos que ellas reivindican desde el año 1994, cuando se creó la federación. Es decir, con medidas de conciliación, de apoyo al empleo, de vivienda o de todas aquellas que les facilite un poco una vida que, sin pareja y con pequeños, ya es a nivel económico bastante difícil.