La mayoría de madres y padres no tenemos ningún -o casi ningún- conocimiento sobre neurociencia, ¡y mucho menos aplicado a los niños! Sin embargo, saber cómo funciona nuestro cerebro y el de nuestros hijos e hijas en determinadas situaciones puede sernos de gran ayuda a la hora de educarles y, además, también nos puede servir para aprender un poco más sobre el funcionamiento de nuestro propio cerebro. Por esta razón, la ponencia del neuropsicólogo José Ramón Gamo, “Neurociencia en casa”, es una oportunidad fantástica para aprender algunas claves muy útiles para comprender mejor a nuestros hijos e hijas e incorporar en nuestro día a día técnicas que nos pueden ser de mucha ayuda en su educación.

Pasar de la inconsciencia a la irresponsabilidad

José Ramón Gamo comenzó explicando la importancia de pasar de la inconsciencia a la irresponsabilidad. ¿Y qué quiere decir esto? Pues con el ejemplo que nos contó en la ponencia se entiende mucho mejor:

“Si te vas a la Amazonía y te quieres dar un baño en el río Amazonas, y no sabes que hay pirañas y tiburones, pues eres un inconsciente. Pero si tu guía te avisa y tú, aún así, te bañas, eres un irresponsable”. En esto se basa el trabajo que realiza José Ramón Gamo, en que la gente pase de la inconsciencia a la irresponsabilidad basándose en la ciencia.

Respecto a esto, Gamo dio un dato muy relevante: “El neuropsicólogo Daniel Kahneman demuestra, después de 30 años de investigación, que el 80% del pensamiento que elaboramos a lo largo de nuestra vida es inconsciente y, por lo tanto, las conductas que vamos a llevar a cabo a raíz de estos pensamientos las haremos de forma inconsciente”. El filósofo José Antonio Marina, a este proceso de creación de ideas, pensamientos, etc., a través de este pensamiento inconsciente lo denomina inteligencia generadora.

Y luego tenemos otro nivel de inteligencia, la inteligencia ejecutiva, que es “la parte de nuestro cerebro que toma conciencia sobre lo que sentimos, lo que pensamos, lo que vamos a hacer con lo que pensamos y si eso va a tener consecuencias o no…”.

La forma de halagar a nuestros hijos puede repercutir en su capacidad de resiliencia Unsplash

Los niños tienen que relacionarse entre ellos por el cerebro colectivo

Aparte de esta inteligencia individual, también existe una inteligencia colectiva. “El cerebro es un órgano social, que aprende de otros y con otros. Por lo tanto, las grandes ideas, las grandes generaciones de ideas, se han producido en el cerebro social y no en el individual: las leyes, las ciudades, los Estados, el dinero…”.

"Si queremos que nuestros hijos sean productores de ideas, como madres y padres tenemos que generar escenarios de oportunidad"

José Ramón Gamo - Neuropsicólogo

Pero ¿para qué nos sirve saber todos los conocimientos que José Ramón nos cuenta? Pues una de las cosas interesantes para lo que nos sirve todo esto es para conocer qué es lo que realmente motiva al cerebro generador. José Ramón nos cuenta en su ponencia que el cerebro generador se mueve por la necesidad, por el placer y por la curiosidad. Por lo tanto, si queremos que nuestros hijos e hijas sean productores de ideas y desarrollen su imaginación, lo que tenemos que hacer como madres y padres es generar escenarios de oportunidad”.

Hasta aquí todo muy bien. Pero ¿dónde están estos escenarios de oportunidad? José Ramón Gamo responde rotundamente: FUERA DE LAS PANTALLAS. “Los niños tienen que relacionarse entre ellos por el cerebro colectivo, tienen que estar en la naturaleza”.

Estilo conversacional abierto y cerrado

Como José Ramón Gamo afirma, la neurociencia nos demuestra que “con un estilo conversacional abierto vamos a conseguir que nuestros niños tengan un mejor desarrollo de las funciones prelectoras, así como también un buen desarrollo de su función ejecutiva, esa parte que nos controla y nos permite hacer cosas inteligentemente”.

Pero ¿qué es un estilo conversacional abierto y un estilo cerrado? Con el ejemplo que pone José Ramón Gamo nos queda clarísimo:

  • Estilo conversacional cerrado: Cariño, ¿dónde has estado? ¿en el zoo? ¿Y qué has visto? ¿elefantes? ¿Y cómo tienen las orejas? ¿grandes? Y una trompa muy larga, ¿verdad?
  • Estilo conversacional abierto: ¿Dónde has estado, cariño? Ajá. ¿Y qué has visto, cielo? Ajá. ¿Y cómo son? Ajá.

La diferencia entre estos dos estilos conversacionales son las repercusiones que tienen en los niños en cuestión, pues José Ramón nos indica que está demostrado que entre los niños y niñas cuyos padres tienen estilos de conversación cerrados, el porcentaje de niños que iban con retraso en las funciones cerebrales relacionadas con la lectoescritura y con la función ejecutiva era significativo.

¡Pero mira qué listo es!

También trató otra cuestión muy interesante. Se ha demostrado que los niños y niñas que desde pequeños son elogiados por lo listos que son y sus logros se asocian a su increíble inteligencia, “llegan a la etapa adulta y se tienen que enfrentar a un problema que puede ser complejo y que anticipan mentalmente la posibilidad de fracaso, la tendencia de los niños que han sido alimentados su ego desde lo listos que son es a no afrontar el problema”, aseguró el neuropsicólogo.

Pero es que, además, si no les queda otra que enfrentarse a estas situaciones, “en el momento en que hay dificultades o fracasan, su nivel de resiliencia es mínimo. Es decir, abandonan, les afecta a la autoestima y empiezan las depresiones”.

"Los niños y niñas cuyos logros se les atribuyen al esfuerzo y al compromiso, cuando son adultos, si tienen que enfrentarse a una situación y anticipan la complejidad o posibilidad de fracaso, no se achican"

José Ramón Gamo - Neuropsicólogo

José Ramón nos plantea una situación hipotética para ver lo que deberíamos hacer en casos así: “Llega mi niño que ha sacado un sobresaliente en mates porque es un genio, pero no ha dado ni chapa, ni se ha comprometido con la asignatura. Pues entonces yo le diré: cariño, me alegro por ti y tienes mucha suerte, que lo sepas, porque esto en el futuro, cuando las cosas realmente sean complejas y requieran de esfuerzo y compromiso, no te va a servir”.

Pero ¿qué pasa con los niños y niñas cuyos logros se les atribuyen al esfuerzo y al compromiso? Pues que cuando son adultos, si tienen que enfrentarse a una situación y anticipan la complejidad o posibilidad de fracaso, no se achican. Y, además, si dentro de estas situaciones empiezan a fracasar, “son tremendamente resilientes”.