Alguna de las defensas ha solicitado la declaración de Carles Puigdemont en el proceso contra los líderes independentistas. La petición puede provocar extrañeza y estupor habida cuenta de que se ha sustraído de la acción de la justicia española, lo que lleva a considerarle procesalmente -no penalmente- un «rebelde» y, desde ese punto de vista, podría parecer inimaginable que se le cite a declarar ante los tribunales que se niega a reconocer. Además, se abre el interrogante de si declararía como testigo o como reo, dado que está procesado en esta misma causa.

Está fuera de toda duda que su declaración puede aportar información muy relevante al proceso. Era el president, el líder por decirlo así de todas las actuaciones que se están juzgando. Por tanto, posee información de primerísima mano que habría de ser imprescindible intentar obtener para juzgar con pleno conocimiento de causa estos hechos.

En particular es importante saber si él y aquellos que están siendo juzgados planificaron, o simplemente se representaron -o excluyeron-, la posibilidad de ejercer la violencia para obtener la independencia de Cataluña. También es imprescindible averiguar cómo se financió la votación del 1-O. Son los hechos clave de este proceso, e indudablemente Puigdemont los conoce perfectamente. Un proceso justo es solo el que averigua en la mayor medida posible la realidad de los hechos. Ningún relato está completo sin al menos intentar la declaración de su principal protagonista.

Proclamas o datos

Es factible que Puigdemont quiera utilizar su declaración para efectuar proclamas políticas. Ello debe ser evitado por el presidente del tribunal, que tiene facultades de moderación a este respecto, por lo que duraría muy poco ese intento. Pero si declara aportando informaciones relevantes, es importante escucharle atentamente dejando que fiscales y abogados empleen sus mejores habilidades de interrogatorio para obtener la mayor cantidad de datos posible. En este sentido, además, sería especialmente útil celebrar un careo con Oriol Junqueras, el vicepresidente de aquel Govern.

¿Cómo declararía? Naturalmente no faltan medios técnicos para posibilitar una videoconferencia en perfectas condiciones, prestada con el auxilio judicial de los tribunales belgas, que lo normal es que no lo negaran.

¿Puigdemont declararía como reo o como testigo? La pregunta es lógica porque las consecuencias de mentir son diferentes para ambas figuras, dado que la segunda puede ser condenada por falso testimonio, pero no la primera. Además un reo, a diferencia de un testigo, atesora el crucial derecho a guardar silencio.

Pero más allá de esto, que se resuelve técnicamente permitiendo que Puigdemont declare acompañado de abogado y con derecho a guardar silencio -como con Francesc Homs en los procesos por la consulta del 9-11-2014-, a efectos científicos la disciplina que estudia la interpretación de las respuestas de un interrogatorio -la psicología del testimonio--no distingue a priori entre un testigo y un acusado, sino que simplemente ve a una persona que presta declaración, y valora técnicamente lo que diga con una base empírica ciertamente sustanciosa a día de hoy. Ningún juez del mundo debería prescindir actualmente de sus enseñanzas, alejando a esta prueba de interrogatorio del terreno de la intuición en el que ha estado literalmente empantanada durante siglos hasta casi el día de hoy, elevándola a la categoría estrictamente científica que le corresponde. Mucho mejorarían con ello todos los juicios.

Para terminar, hubo un tiempo, que duró demasiados siglos -hasta finales del XIX- en que regía un absurdo sistema de valoración de la prueba que, por razones de raigambre religiosa, distinguía entre la declaración de un litigante y la declaración de un testigo. El primero era creído si juraba y no tenía derecho a guardar silencio. En cambio, el testigo, que también debía jurar, no era creído sin más, sino que debían concurrir dos testigos que dijeran lo mismo para hacer «prueba plena».

No bastaba la palabra de uno. Esa antigua distinción ha inducido, aún actualmente, a separar radicalmente las figuras de litigante y testigo, lo que conceptualmente es correcto, pero ya no está justificado a la hora de valorar la declaración.

Actualmente solo habríamos de ver personas, sin distinciones, y valorar científicamente lo que declaren. Por cierto, jurar es hoy rematamente absurdo, una formalidad carente de toda base científica.